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El cayuco del diablo

¿Acaso el demonio poseía un cayuco? Al parecer, sí. El Diablo era dueño de un cayuco, embarcación de una pieza mucho más pequeña que una canoa, con el fondo plano y sin quilla. Bueno eso es lo que se cuenta

También se dice que en cierta ocasión, dos hombres, uno joven y otro mayor, conversaban sobre el cayuco endemoniado, dirigido por un ser invisible, que vaga sin rumbo, deslizándose a gran velocidad. O bien, lentamente, sin prisa, a merced de la voluntad del viento.

El escenario era único: palmas sobre riberas; los rumores caso sordos que provenían de las selvas vecinas, el ruido de las olas del mar, que rugía detrás de los médanos. Los viajeros jamás imaginaron lo que les esperaba: tras perder el camino fueron desviados por una fuerza extraña. La luna, la que brillaba débil, pero decidida, fue testigo de la misteriosa escena cuando un cayuco desenfrenado por poco choca con el navío que había perdido su destino.

Los hombres, aterrorizados, no tardaron en reaccionar: el cayuco volaba. Parecía una gaviota. Como si sus alas fueran remos enloquecidos, guiados por una mano invisible, extraña, pero decidida a surcar las aguas de la tranquila albufera.

Los navegantes nocturnos seguían confusos. Habían visto las mañanas y artimañas del mismísimo demonio, dueño de un cayuco al que impulsaba a volar.

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