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Pedro Escobedo

El 19 de octubre de 1798, nació el Dr. Pedro Escobedo, ilustre personaje por quien lleva su nombre el municipio, refiriéndose a él a continuación: En México se recibió, a través del periódico "La Realidad del Siglo XIX", la noticia de la muerte del Dr. Pedro Escobedo, sucedida en la ciudad de Jalapa el domingo 28 de enero de 1844, en esta forma: "El 28 de enero falleció el hábil y distinguido médico Don Pedro Escobedo. El tan estimable humano e ilustrada persona, ha perdido México un ser de la beneficencia; las bellas artes, un protector decidido; la humanidad doliente, su más precioso consuelo y para la sociedad entera, un hombre honrado". Así era en la fuerza de la edad; a los 46 años, moría uno de los hombres más sabios y útiles que tuvo en el siglo pasado nuestra República. Sabio, pues, se le llamaba por voz de la calle, "el Primer Médico de México"; útil, legaba al país su escuela de medicina. Nació Don Pedro Alcántara Escobedo y Aguilar en la ciudad de Querétaro el 19 de octubre de 1798.

Centros Turísticos:   

En el municipio existen parajes y arquitectura religiosa, dignos de ser visitados y admirados en toda época del año. Un ejemplo es la Capilla de la Virgen de Guadalupe, cuya edificación data del siglo XIX y que se ubica en la cabecera municipal. Entre las localidades de "Dolores de Ajuchitlancito" y "Escolásticas" existe un lugar que recibe el nombre de "Cañada de Dolores", en la cual se encuentra un altar edificado en 1954 para venerar a la Inmaculada Concepción y cuya imagen está labrada en cantera de la zona. De igual manera en la comunidad de "Escolásticas", localizada a 8 km al suroeste de la cabecera municipal, existe una capilla que fue construida en la época del Virreinato; la cual pertenece a la Ex hacienda de esa comunidad y actualmente es propiedad privada. La capilla es de estilo barroco y posee tres torres iguales de un sólo cuerpo con campanas. El marco del portón de acceso al igual que las aristas de los campanarios y la cornisa, cuentan con remates de cantera. Su magna cúpula está rematada con una linternilla. En el interior de la capilla y en la sacristía se conserva un antiguo retablo con frescos en muros y plafón de alto valor artístico, así como cuadros y algunas esculturas. En la localidad de "Ignacio Pérez", ubicada a 4 km de la cabecera municipal, también se venera a la Virgen de Guadalupe en un Templo levantado en su honor. La peculiaridad de este templo radica en la imagen pictórica de la Guadalupana ubicada en el altar principal. Existe la creencia que de sus ojos salió una lágrima cuando su dueño, un hacendado de la región, pretendió venderla a un rico comerciante. Ante tal suceso, aquél quedó tan agobiado que la cedió a la comunidad. En la actualidad todavía se percibe la lágrima que derramó hace 150 años. Otro punto de interés es el "Cerro de La Mesa", ubicado a 4 km de la plazoleta de San Cirilo, ya que su meseta tiene bellos paisajes naturales y es recomendable para excursiones a caballo. Por su parte, San Cirilo posee una frondosa zona arbolada que lleva por nombre "€œLos Sabinos"€, por existir en abundancia esa especie de árboles. En este lugar se pueden realizar días de campo o practicar el campismo, además de admirar el río que atraviesa resaltando su belleza natural. De la misma forma se puede describir el manantial que se encuentra en la comunidad de "Escolásticas", mismo que está rodeado de sabinos centenarios, así como de grandes extensiones de pasto que representan un lugar ideal para la recreación y el descanso. Finalmente, la "Cueva de la Custodia" es el nombre con el cual se designa a una bella cañada rodeada de árboles y rocas. En una de ellas es posible observar un dibujo que asemeja una custodia (pieza religiosa que simboliza la hostia sagrada). A unos cuantos metros está una pequeña cueva que atrae a los exploradores.

Haciendas del Municipio de Pedro Escobedo:

El hombre por esencia tiene la necesidad de identificar rasgos de identidad, lo que fortalece su espíritu le da la seguridad de saber de dónde viene y a dónde va. Si hablar del presente es difícil, el tener que investigar las cosas que ya han sucedido es mucho más complicado de lo que podríamos pensar, y sobre todo determinar criterios y puntos de vista; porque cada individuo explica los hechos desde su sentimiento, formación o capacidad de interpretación. Por ello, muchas veces el determinar el lenguaje, es parte del éxito que pudiese tener un texto. Tenemos que ser respetuosos de la información, que se nos ha entregado como parte de una historia transmitida en forma de tradición oral y que tenemos la responsabilidad de fortalecerla, evitando en lo más posible las inferencias, haciendo uso de los recursos literarios de descripción y redacción de acontecimientos basados en hechos. En Pedro Escobedo tenemos un vacío histórico de muchos de los pasajes que forjaron este municipio, pese a que somos riquísimos en acontecimientos que pudieran darnos identidad. Muchos de nosotros, sus pobladores, no conocemos o no estamos conscientes de lo que ha sucedido. Debemos reconocer esfuerzos aislados como los de Herlinda García, Alejandro Piña, María Eugenia Lecona, Benito Jiménez, Guillermo Hernández Requenes, Rubén Páramo, Gilberto Fausto Zorrilla, Leonor Cabrera, María de la Luz Landeros y muchas personas más, que preocupados por la historia, han realizado pequeños esfuerzos para sacar a la luz pública, parte de ese legado, que como memoria histórica, necesita un pueblo para fortalecer su raíz cultural.

Hacendados del Municipio:

Hacienda Ajuchitlancito. Se encuentra a 13 km al suroeste de la cabecera municipal. Su nombre quiere decir "Lugar donde se cultiva zempasúchitl" (flores amarillas). Antes de la repartición ejidal, contaba con 23 mil hectáreas. Tenía una gran huerta de 37 hectáreas, manantial propio y banco de cantera, tres bordos y un templo hermoso de arquitectura barroca, además de la casa grande, que era la residencia de los patrones. Llegó a tener ganadería de toros bravos y sus productos agrícolas se exportaban. Sus estancias eran "La Venta", 'Dolores", "Sagrado Corazón", "San Fandila" y "San Cirilo". Ajuchitlancito era una propiedad de Don Francisco Rodríguez. Por su parte, Don Cirilo de la Helguera y Llanos era comerciante de telas en la Ciudad de Querétaro. Al quebrar su negocio de telas, Don Cirilo se dedicó a introducir ganado al rastro de México y en sus andares, llegó a esa hacienda. Cuenta Don Fernando Helguera bisnieto de Don Cirilo, que Don Francisco le ofreció en venta su productiva finca en condiciones ventajosas; en treinta mil pesos a plazos y sin ningún dinero de entrada. Ajuchitlancito contaba con diez mil hectáreas de riego dedicadas a la siembra de cereales y trece mil hectáreas de cerro, en donde se sostenían 10 mil cabezas de ganado. A la hacienda principal, pertenecían, "La Venta", que tenía los mejores terrenos, "El Sagrado Corazón", "San Fandila", "Dolores de Ajuchitlancito","Escolásticas" y "San Cirilo", aparte de "La D". Mucha era la producción de Ajuchitlancito durante los tiempos de los Helguera; además de frijol negro, maíz y trigo, en la huerta de la finca se producía durazno, pera, cacahuate, caña de castilla, fresa, jícama, ciruelo, chabacano, aguacate y membrillo en grandes cantidades, productos que se exportaban a diferentes partes del mundo. El frijol negro se exportaba a Cuba, el maíz se colocaba en África, y en Europa se introducía el vino y el ate de membrillo que se industrializaba en la hacienda. También se vendía carbón de encino tanto en la Ciudad de México, como en Querétaro y Guadalajara. A principios del siglo XX la hacienda fue heredada por Don Alfonso de la Helguera y Rojo, a su muerte, heredó la hacienda Don Fernando y posteriormente a Fernando "el chico", quien era sobrino de ellos. La hacienda estuvo en manos de Don Fernando "el chico" hasta 1950, cuando la vendió a Don Eduardo Iturbide; posteriormente la hacienda fue adquirida por el Licenciado Nicolás González Fernández de Jáuregui.

En tiempos de Don Alfonso, médico de profesión, la finca alcanzó su mayor esplendor productivo. El patrón es todavía recordado por sus trabajadores por el cuidado y la atención con que proveía las necesidades de las familias criollas y avecindados en sus terrenos y por el especial cuidado que prestaba a los enfermos. Recuerdan los trabajadores: "cuando él murió... se acabó todo, se acabó la huerta, se acabaron los prados de violetas que engalanaban la entrada de la casa y se perdieron las tierras". En 1933, a Don Fernando de la Helguera y Rojo le tocó el reparto de tierras de "Ajuchitlancito", cuando estaba de Gobernador Don Saturnino Osornio. Don Fernando, como muchos hacendados de San Juan del Río, quería vender a sus mediaros las 8 hectáreas que sembraban con la hacienda. Pero Don Saturnino quería que se formaran los ejidos y repartió el que se llama "La Palma", en donde había una troje para guardar provisionalmente la semilla, para después llevársela a "Ajuchitlancito". En "La Palma", rememora Don Fernando, el último Helguera que poseyó la hacienda, "no había nada, estaba despoblado". Los primeros ejidatarios también se acuerdan con tristeza de cuando llegaron al lugar. Cuenta Don Fernando "el chico", que Don Fernando de la Helguera y Rojo era un hombre muy católico y muy conforme con la voluntad de Dios en todos los sentidos. En 1933, cuando empezó el asunto del ejido, pasó por la hacienda Don Alfonso Loarca, quien compraba el ganado, como era hora de comer, Don Alfonso se sentó a la mesa y le comentó a Don Fernando: "quién sabe que está pasando en La Palma, porque hay mucha cuetería, creo que está Saturnino Osornio repartiendo los ejidos"; "¿cómo es posible?" dijo Don Fernando, "si apenas ayer quedamos en que yo le iba a tender las tierras a mis peones". Entonces Don Fernando mandó a Rosalío Bocanegra, uno de los peones de confianza, a quien le decían "el nejo"€, a que indagara lo que estaba pasando. Cuando regresó Rosalío, se quitó el sombrero y le dijo a Don Fernando: "patrón, en La Palma€ está repartiendo ejidos el señor Gobernador". Entonces Don Alfonso Loarca dio un manazo sobre la mesa y dijo: "esto, Don Fernando, es para meterse un tiro", "No Alfonso", contestó Don Fernando, "está usted sumamente equivocado, son instrumentos que Dios nos manda para nuestra salvación, que se haga su voluntad". El reparto de las tierras y las ventas de las haciendas y labores anexas de "Ajuchitlancito" acabaron el patrimonio de los Helguera. Doña María Barruecos de la Helguera vendió "La Venta", a Don José E. Calzada. El rancho "Dolores" lo vendió Don Fernando "el chico" a Doña Ana González de Jáuregui; el "Sagrado Corazón", que pertenecía a Doña María Luisa de los Helguera y Rojo, casada con don Antonio Pelaés, pasó a manos de su hijo Alfonso que luego la vendió.

"San Fandila" fue para los hijos de Guadalupe Helguera, Luis y Guadalupe Helguera chicos, quienes lo convirtieron actualmente en un fraccionamiento. "Escolásticas", que había sido propiedad de los jesuitas, y después de Doña Isabel de los Helguera y Rojo, pasó a manos de Don Pedro Aspe; "San Círilo" fue vendido a Don Nicolás González de Jáuregui. Y finalmente "Ajuchitlancito", la principal, la vendió Fernando Helguera "el chico", a Don Eduardo Iturbide en 1950 con todo y muebles, es decir, a puerta cerrada. Del actual propietario de "Ajuchitlancito", Don Nicolás González Fernández de Jáuregui, los trabajadores, ahora suyos y antes de los Helguera, refieren el trato amable y benevolente. Don Nicolás, casado con Doña María Rivas, se ha alejado de la hacienda desde la muerte de su esposa, mucho extrañan los trabajadores de la casa su presencia y con orgullo comentan la elegancia de la Doña. Al mismo tiempo que se afectaron los terrenos de “Ajuchitlancito", se afectaron los de "Lira", que habían pertenecido a Don Pedro Berruecos, el padre de Doña María quien se había casado con Don Fernando de la Helguera y Rojo. Esta hacienda pasó a propiedad de los Rincón Gallardo. También se afectaron "La Laja Santillán" y la "Hacienda Grande o Tequisquiapan". Restos arquitectónicos testimonian fehacientemente aquella prosperidad. Encontramos una troje reforzada por siete contrafuertes cuadrangulares por cada flanco. A un lado, las caballerizas presentan delimitación por medio de un espeso muro asegurado, que presenta en su parte superior siete arcos invertidos aclamados con sus respectivas almenas en forma de copones. Continúa con la fachada de la casa de la hacienda con ventanales protegidos con enrejados de romita y que además presentan en su parte superior sendos enmarcados. En su interior, la finca tiene un largo corredor en forma de portales sostenidos por columnas terminadas en arcos de medio punto y en el centro del jardín hay una fuente que tiene en el centro una peana finamente labrada que sostiene una cruz de Caravaca con todos los elementos de la pasión debidamente representados. En los amplios salones que conforman la estancia se encuentran muebles, objetos, libros, candelabros, gobelinos, pinturas, fotografías y estatuas de cera de épocas distintas, siendo un notable museo taurino.

Hacienda San Fandila:

En el año 1918, Don Alfonso Helguera, a la sazón dueño de la Hacienda de Ajuchitlancito, decidió fraccionar sus propiedades ante el avance del agrarismo mexicano, entre cuyas consecuencias se daba el hecho de fraccionar las haciendas en ejidos. Por tal motivo, mandó a 40 familias al lugar conocido como "El Chivato", más tarde San Fandila, para que se asentaran y poblaran el paraje. Algunos jefes de familia que acudieron para tal fin fueron: Genaro Trejo, Juan Trejo, León Reséndiz, Marcelino Valerio, Policarpo Zea, Juan Valencia, Sixtos Botello, J. Carmen Olvera, J. Trinidad Pérez, Pedro Pérez, Luis Zea, Tiburcio Botello, Paulino de Alejo, Crisóforo Pérez, Simón Hernández, Marcos Hernández, Isaac Aguillón, Benito Soto, Venancio Valencia, Atanasio de la Cruz, Cristóbal Trejo y Jacinto Chico. Al instalar a estas 40 familias en "El Chivato", la esposa del dueño de la hacienda decidió ponerle el nombre de "San Fandila", en honor del santo de su devoción, cuya imagen trajo de España en un cuadro y lo colocó en una pequeña cueva en un cerrito cercano a la comunidad. Este santo fue un monje virtuoso a quien se le apareció una corona en lo alto con una estela, como si fuera un camino desde la tierra hasta la corona, por ahí el monje se fue caminando al cielo. Una vez fraccionada esta propiedad se nombró dueña a la Sra. María Guadalupe Helguera, sobrina de Don Alfonso Helguera, titular de la Hacienda de Ajuchitlancito y como administrador a Paulino de Alejo. Poco tiempo después nombró a J. Trinidad Hurtado. Todo lo anterior fue sólo para aparentar la división de la hacienda en fracciones; posteriormente sí se llevó a efecto dicha división y con el tiempo hubo necesidad de construir un templo. Fueron esas 40 familias, las que iniciaron los trabajos. El primer sacerdote que ofició misa en San Fandila, fue el Presbítero Don Santiago García, sólo que en aquella primera ocasión, fue en la troje, hoy propiedad del Sr. Amable Osores. Ya construida la capilla, vino la persecución de los sacerdotes y por tal razón, misas, rezos y otros actos litúrgicos se realizaron en casas particulares, como la del señor Paulino de Alejo. El 25 de julio de 1954, Don Leopoldo Ruiz, Párroco de Pedro Escobedo, colocó la primera piedra del templo. Las fiestas patronales se realizan en honor del santo patrono del lugar, San Fandila, el 23 de junio de cada año. Con el paso del tiempo estas familias que trabajaron con los hacendados tuvieron a su favor el reparto de tierras, formándose el Ejido de San Fandila en el año 1936, estando al frente del comité, los señores Ruperto Trejo y Socorro Pérez. Después hubo necesidad de formar una mesa directiva, integrada por el Comisariato Ejidal, el Sr. Luis Aguillón y como autoridad municipal, el Subdelegado, Sr. Margarito Trejo.

La Antigua Hacienda El Sauz:

Al sur de la Carretera Panamericana, en el tramo de Querétaro a México, unos tres kilómetros adelante de la cabecera municipal de Pedro Escobedo, se encuentra situada esta antigua hacienda. También aparece en el mapa de 1884, en este caso al norte del antiguo Camino Real. Sus elementos más añejos son: El antiguo Templo con la orientación usada en los tiempos prehispánicos, esto es, su puerta de acceso al oriente y su altar al poniente, que debe de haber tenido un atrio suficientemente amplio, pues los contrafuertes de la troje, que tienen, orientación norte-sur, encuentran a cien varas de distancia, o sea, a 80 metros. Este Templo conserva una puerta cuadrada, al igual que debió de haber sido su pórtico, después remodelado a un arco de medio punto. Dicha puerta de madera encasetonada y con realzados de mucho mérito, aparece entre un marco de cantera gris con incrustaciones de material obscuro. El alfeizar del pórtico es de sobria manufactura, repartido en siete secciones advocadoras de la devoción a Tlahuizcalpantecuhtli y la clave del centro la constituye. una decoración de caña de maíz con cuatro hojas advocadoras de nuestro señor Tláloc, asentadas en dos caracoles, elemento dedicado a Quetzalcóatl con significado de la atadura de los años y remados por una cruz en medio de la fecha: marzo de 1726. La ventana del coro es ochavada y sobre de ella se alcanzan a descubrir en el muro de la fachada las huellas de una espadaña de dos llanos, con uno más arriba de su centro, al que posteriormente se le agregó un marco de estilo herreriano con cuatro adornos envolventes en cada una de sus columnas. El remate del frente lo forma un elemento semicircular delimitado en cornisa, en medio de dos líneas que disimulan una cruz de Venus y bajan a lo ancho en cruz invertida para terminar horizontalmente hasta las esquinas del frente. Sobre la cornisa un poco más prolongada del lado sur, se encuentra situada una torre cuadrada del mismo estilo herreriano en la que se localizan dos esquilas colocadas al norte y al sur y también una campana mayor que mira al oriente. Encima de esta sección cuadrada continúa una segunda parte de la mitad de altura y de perímetro redondeado, cubierto por una cúpula rematada por una linternilla cuadrada sobre la cual hay en medio una poma y finalmente una cruz de madera.

El rededor del Templo es de muros de una vara de espesor. Al norte y al sur, debe de haber estado reforzado por cuatro contrafuertes, redondeados de cada lado. El de la esquina sudeste quedó incorporado a la torre, el del lado noroeste no fue necesario por encontrarse ahí la sacristía y tampoco el del lado nordeste por albergar ahí otras instalaciones. El testero es de forma cuadrada, y su muro, al igual que el de su frente, presenta un espesor de una vara más una cuarta, o sea un metro, lo que le proporciona solidez muy suficiente. El techo del templo consta de cuatro bóvedas cuarteladas, incluida la de la sacristía. Cuenta también con un alto ventanal del lado del evangelio. Su retablo tallado en finas maderas es de estilo Partenón, al igual que su púlpito colocado del lado de la epístola. Cuenta con un confesionario de remate ojival, cinco reclinatorios, veinticuatro grandes y sólidas bancas, así como su comulgatorio, todo ello elaborado con la misma madera de cedro blanco y ejecutado con excelente manufactura. En el altar se encuentra un enorme crucifijo de media caña acompañado de una bellísima Dolorosa, además de una Guadalupana, copia reducida de las de Cabrera. Al principio de las paredes que forman su nave, delante del nivel del coro del lado del evangelio, se encuentra un enorme cuadro de la Virgen del Carmen y del lado de la epístola otro de Jesús orando en el huerto de Getsemaní. La iluminación del Templo es por medio de tres hermosas lámparas de las llamadas de araña, que penden del centro de cada una de las bóvedas cuarteladas del cuerpo del templo. Por último haremos mención que, en lo referente a testimonios arquitectónicos añejos, en lo que fue la troje quedan unos impresionantes contrafuertes de una por dos varas, deben de haber sido siete por lado teniendo la actual bodega una orientación de norte a sur. El resto de la finca lo forman elementos remodelados o de manufactura reciente.

Hacienda La Venta:

La Comunidad de La Venta de Ajuchitlancito, se encuentra a cuatro kilómetros de la cabecera municipal. Esta población se formó por indicaciones del Sr. Alfonso Helguera, propietario de la Hacienda de Ajuchitlancito, quien era dueño además de otras haciendas como la de San Cirilo, en los años de 1850. La familia Helguera, en 1904, envió cuarenta familias al lugar conocido como "€œEl Chivato"€, que en la actualidad conocemos como "San Fandila"; y a La Venta, envió treinta familias, todos ellos de Ajuchitlancito, para poblar el lugar. Entre la gente que fue a La Venta, se encontraban, como Mayordomo, Pascual Mauricio, Silverio Mauricio, José Aguillón, Juan Aguillón, Isidro González, Demetrio De Mateo, Los Zea y muy pocas familias de otras comunidades vecinas. En 1900, la Hacienda de La Venta, contaba con seis trojes: dos con techo de bóveda y viguerío reforzados con contrafuertes y los demás con lámina metálica. Ahí se almacenaban grandes cantidades de granos, siendo el centro para recopilarla cosecha de otras haciendas de la familia Helguera. Posiblemente el nombre de "La Venta de Ajuchitlancito", se dio por contar con trojes y diferentes granos a donde la gente acudía a comprar las diferentes semillas. El proceso para desgranar algunas semillas, se llevaba a cabo en una construcción que le nombraban "La Era". Construcción circular donde ponían las semillas en mazorca, nombrándole "parva" no muy gruesa, para que fueran pisadas por los animales y con esto desgranadas, ya fuera trigo, lenteja o frijol. Dicho círculo debería contar en el centro con un poste resistente, al que se amarraban los animales y en el que daban vueltas hasta desgranar la mazorca. Esta casa, con características de hacienda muy parecida a la Hacienda de Lira por su construcción, tiene caballerizas, jardines y una capilla. Posiblemente de 1904 a 1908 la familia de Fernando Helguera, dio permiso a Doña Elisa Berruecos, hermana de Doña María Berruecos, esposa de éste, de formar un Beaterio. Se desconoce de qué congregación formaba parte, pero se sabe que era visitado por religiosas de la Ciudad de México. En esta capilla todavía se encuentran los restos de esta religiosa, Doña Elisa Berruecos. Doña María Berruecos vendió esta finca al Sr. José Calzada y éste a su vez a la Srita. Lucy Davy's, actual propietario de esta hermosa hacienda.

Hacienda San Cirilo:

Esta población, antes conocida como "El Abrevadero", se le puso el nombre de San Cirilo, en memoria del padre de Don Alfonso Helguera, dueño de esta hacienda. Cuenta con una plaza remodelada en el sexenio de Don Rafael Camacho Guzmán, con una orientación noroeste a sureste que consta de una pequeña explanada con una troje adaptada a templo con cuatro contrafuertes al oriente, en donde también está una improvisada torre de dos secciones rematadas en una reducida cúpula. Tiene como adorno unos barandales de ladrillos colocados en forma de panalillo. Al norte de todo este conjunto se encuentra la casa de la hacienda, remodelada en los años veintes, probablemente como resultado del orgullo nacionalista que por aquellos años propiciaron las investigaciones de los primeros antropólogos mexicanos, Manuel Gamio, José Vasconcelos y Moisés Sáenz. Como quiera que sea la Ex hacienda de San Cirilo representa un alarde enjundioso de arquitectura barroca tequiqui, que según el gran escritor Carlos Septién García deberíamos nombrar como BARROCO MEXICANO. Este bellísimo barroquismo, aunque en miniatura, encierra una catarata de conceptos esotéricos ancestrales, motivo de remembranza de signos solares de vida, representación de deidades mesoamericanas que no han muerto, todo ello acentuado por la presencia de enseres y cerámica prehispánicos pero de uso corriente hasta nuestros días. Nos induce al estudio de la grandeza de nuestra cultura, incitándonos turísticamente a visitarlo, ya que su localización entre poéticas y aisladas montañas nos hace respirar el aire. Su sol tibio y luminoso nos cobija exaltando nuestro espíritu al recuerdo de formas de comportamiento que como dijo Netzahualcoyotl "en tanto que permanezca el mundo no acabarán su fama ni su gloria". A un costado de la hacienda se encuentra el templo, el cual tiene a la entrada un arco de medio punto con una puerta de fierro, reducida ventana de improvisado coro y remate de un nicho de ladrillos aplanados con mezcla de una bella escultura de cantera rosa de la Guadalupana, la divina "Ce-Cuauh-Teo-Tzupo". El lado poniente del templo presenta tres contrafuertes y a la altura del altar el servicio de la sacristía. Al oriente se encuentra la escuela rural "€œLos Constituyentes"€. Al poniente de Ia plaza se encuentra un quiosco y detrás de él, al otro lado de la calle, el jardín de niños y la conasupo, con el Cerro Gordo y el Cerro de la Cruz en el horizonte.

Hacienda Escolásticas:

En el archivo histórico de la ciudad de Querétaro existe un contrato de compra-venta celebrado ante el Escribano Público Francisco de Urquiza el 15 de diciembre de 1648, en el que Bartolomé Sánchez Manos de Albas, vecino del pueblo de San Juan del Río, le vende a Lorenzo de Cárdenas vecino y minero de Escanela, la hacienda de ganado mayor, menor y labor de riego y temporal que llaman Escolásticas, mencionando sus colindancias con: La D, La Zapatilla (ahora Dolores San Juan del Río), Huimilpan, La Estancia de trasquila y labor del capitán Antonio de Chaíde y con los montes que llaman de Coria. Relata también que Bartolomé Sánchez Manos de Albas era hijo de Diego Sánchez y Escolástica Moreno, ésta última probablemente la india desposada con el peninsular que de este modo quedaron dueños del terreno, operación muy usual de que se valieron los españoles para ocupar tierras en todo nuestro país. Otro ejemplo de lo anterior es la hacienda que fuera de Doña María Menchaca, cerca de Querétaro y que a lo largo conservaría también el nombre de su ancestral dueña. Escolásticas tiene un templo antiguo, con numerosos motivos mudéjares entre los que tenemos seis graciosos ventanales dobles con una columna intermedia, elemento árabe llamado por los entendidos "agímex". La entrada del pórtico cuadrado, después fue remodelado en arco de medio punto. Tiene varios tragaluces de los llamados "ojos de buey" y otros en la forma conocido como "estrella", es decir que tiene su contorno una combinación de líneas rectas con curvas que hacen mención a "Ollín", como movimiento, con Ejecatl, advocación del viento, en la religión de nuestros antepasados prehispánicos. También tiene una interesante torre adamada con siete espejos de Tezcatlipoca combinados con cuatro soles advocadores de las cuatro estaciones del año. Este numeral siempre es identificado con Tláloc, y estos adornos se repiten en cada uno de sus ángulos. Por último mencionaremos que en su frente, existe una placa que da cuenta de una de sus últimas remodelaciones efectuada el año de 1920. En la actualidad, Escolásticas está convertida en una población progresista que tiene como particular industria la elaboración de obras escultóricas en cantera. El nivel educativo de su juventud llega a la secundaria.

Hacienda La D:

Dicha finca está ubicada hacia el Sur de nuestro municipio, a una distancia de 7 km de la cabecera municipal y a 36 km de la Capital del Estado. En el Archivo Histórico de la Ciudad de Querétaro existe un contrato de compra-venta celebrado ante el escribano público Francisco de Urquiza, el 15 de diciembre de 1648, de la hacienda de "Escolástica" como colindante de la hacienda de "La D", una de las haciendas más antiguas del Estado. También llamada "Santa Bárbara", se desconoce la fecha exacta del inicio de su construcción. La principal finalidad de la hacienda fue para almacenar semillas, ya que tiene una enorme troje construida de piedra, sus techos de viguería y sus muros construidos de 4 contrafuertes, los que siguen cumpliendo y resguardando a través de los siglos. Esta hermosa ex hacienda luce también su gran torreón, el cual puede ser admirado a gran distancia, y estando sobre éste se puede observar, a cualquiera de los puntos cardinales, el hermoso valle donde se aprecia la enorme cantidad de cultivos. Uno de los primeros dueños fue la "Condesa de Valparaíso" quien residía en el Estado de México. Tenía bienes y extensiones de tierras entre 20,000 mil hectáreas en los límites de los Estados de México y Michoacán, de las que se derivaron más tarde las haciendas en un sitio de estancia de ganado mayor que lo representaba una figura de 1832. Es increíble mencionar que parte de esta hacienda de "La D” fue vendida a Don Agustín Fernández de Córdoba, un distinguido Español. El mandó construir el 12 de marzo de 1864 la primera presa por estos lugares, con la parte baja del cerro de La Cruz. Sus aguas regaban de entre 350 y 370 hectáreas. En el año de 1871, Don Agustín Fernández de Córdoba vendió parte de sus propiedades a Don Cirilo Helguera. Años más tarde el nombre de esta persona se lo puso a la hacienda de "San Cirilo" una de las comunidades más retiradas del municipio. Don Cirilo Helguera estaba casado con Doña Ma. Dolores Rojo. Al morir Don Cirilo quedaron las propiedades a nombre de la sucesión Helguera, representada por la Viuda y sus hijos, principalmente Alfonso Helguera, dueño más tarde de la hacienda de "Ajuchitlancito" donde ellos radicaban la mayor parte del tiempo. Estando hipotecada la hacienda de "La D", y vendida a la Sociedad Fernández Zorrilla integrada por los socios Pedro Fernández, de 46 años, dedicado al comercio originario de Santander España y radicado en San Juan del Río; Dámaso Fausto Zorrilla Gutiérrez, de 39 años de edad, dedicado también al comercio, originario de Santander España y con domicilio en Iturbide # 8, hoy 16 de septiembre en S.J.R.; como también el Don Francisco Gutiérrez, de 46 años de edad, comerciante y originario de España; Javier Fernández de Cevallos, de 60 años, dedicado a la agricultura, originario también de Santander España. La sucesión Helguera recibió como pago de la hacienda de "La D", la cantidad de 60 764 pesos por pago de valor de la propiedad y 64 236 por pago de valor de la boyada, aperos y demás; dando un total de 125 mil pesos. Le pagaron 77 mil pesos para ser cobrados en el "Banco de Londres y México", el resto en oro y plata, quedando un resto de 3 mil pesos. Al pago del mismo se firmó la escritura de compra-venta el 8 de abril de 1911. Las medidas y colindancias, según el plano levantado el 3 de diciembre de 1890: al norte colinda con la hacienda de "Lira" y "El Sauz", al sur colinda con un ángulo agudo cuyo vértice colinda con la hacienda de "Galindo" y "Ajuchitlancito", al oriente colinda con la hacienda de "Galindo" y al poniente con la hacienda de "Ajuchitlancito".

Las hectáreas con que contaba la hacienda estaban distribuidas en: Labor de riego 324 hectáreas y 40 áreas. Temporal 980 hectáreas y 40 áreas. Cerril 1532 hectáreas y 73 áreas. Dando un total de 2939 hectáreas y 73 áreas Don Dámaso Fausto Zorrilla Gutiérrez, quien era parte de la sociedad Fernández Zorrilla, murió el 25 de mayo de 1925 y sus cenizas descansan el panteón de la Veracruz (hoy Museo de la Muerte en San Juan del Río). Los principales cultivos que se producían en esta hacienda eran: garbanzo, maíz, frijol y trigo. Por decreto presidencial de expropiación, los terrenos de las haciendas pasaron a ser de tipo ejidal y los ejidatarios adquirieron la posesión del lugar a través de su parcela. En cuanto a la hacienda de “La D", los asociados Fernández Zorrilla defendieron la propiedad. Solamente la sucesión de Fausto Zorrilla Gutiérrez encabezada por la Viuda Luz María Martínez y sus hijos Guillermo Edmundo, Enrique, Ma. del Carmen, Alfredo y Dámaso fue a quienes, ante su reclamo al Gobierno Federal, éste otorgó 1% que por Ley les correspondía, es decir, 200 hectáreas y el casco de la hacienda. Al fallecer en el año de 1967 Doña Luz María Martínez Viuda de Fausto Zorrilla, sus hijos se repartieron la hacienda, quedándose con el casco Guillermo quien en 1947 contrajo nupcias con Doña Teresa Quiroz, misma que habita con sus hijos Dámaso, Guillermo y Gilberto en casas alternas a la casa principal de la hacienda y es considerada como pequeña propiedad con 20 hectáreas aproximadamente y 9 hectáreas para la huerta. En fechas recientes, al deceso de Doña Teresa Quiroz, esta hacienda sigue quedando en manos de la familia Fausto Zorrillo Quiroz.

Hacienda San Clemente:

Esta era una hacienda muy extensa, pues "El Ahorcado", ahora Epigmenio González, "Guadalupe de Cosío", ahora Guadalupe Septién, "Santa Cruz" y "El Muerto", ahora Ignacio Pérez, formaban parte de sus estancias. Sobre la derecha de la entrada del pueblo se presentan unas cortas secciones de antiguos contrafuertes en donde probablemente haya estado asentada alguna troje. En el centro del pueblo, en lo alto de una pequeña loma, se asienta un gracioso templecito, delante de un atrio espacioso compuesto por una serie de plataformas; tiene cuatro niveles ascendentes de piso de cemento adornados con jardineras. El templo está orientado de sur a norte y su puerta tiene arcos góticos u ojivales. Tiene al poniente una torre que sobresale dos cuerpos de la primera planta y presenta nueve ventanas con el mismo estilo ojival. La terminación de la torre es piramidal finalizando con una base de siete lados en que se asienta su cruz. En el lado de la epístola del interior, hay una pequeña delimitación que da acceso a una reducida capillita coronada con una espadaña de dos llanos. La hacienda "San Clemente" fue propiedad de Don Esteban Díaz González, quien muy temprano escribió su testamento para evitar los juicios de sucesión que, sabido era, dejaban en la miseria a los herederos. En 1829, por cláusula testamentaria, quedaron como herederos universales de sus bienes sus hijos Joaquín, Esteban, Rafaela, María de los Dolores, Antonio, María de la Concepción y María del Refugio y el póstumo que diera a luz su mujer y los demás que, podía haber de legítimo matrimonio. En 1832, persuadido de su cercana muerte, Don Esteban hizo modificaciones al testamento. Designó como albacea de sus bienes a su hija María de los Dolores que estaba casada con Manuel Alvear, apreciado, decía el testador, por su honradez y apego a la familia Díaz González. El cambio del testamento lo había hecho para "salvar" los derechos de su progenie. Don Esteban temía, con razón, que su viuda pudiera contraer segundas nupcias, como solía suceder en aquellos años, porque las señoras hacendadas, a la muerte de sus maridos, quedaban jóvenes. A ello contribuían los viejos hacendados por desposar a damas veinte o treinta años más jóvenes que ellos. Era usual que los maridos de las viudas se convirtieran en los dueños de las propiedades.

Así, nombrando albacea a su hija casada con Don Manuel, quien se había ganado su confianza, Don Esteban murió tranquilo pensando que había asegurado los derechos de sus hijos y también el de su esposa. La fortuna legada por Don Ignacio Ruyarnor y Toca, quien había sido su administrador, lo había prevenido y por eso quería impedir la posibilidad de que a su muerte los bienes fueran administrados por personas ajenas a la familia. Don Esteban se percató de la forma como había adquirido su fortuna Don Ignacio, por la azarosa circunstancia de que su administrador lo nombró albacea de su bienes. Era imposible que Don Ignacio con el sueldo de quinientos pesos que recibía como administrador y del producto de las sementeras de los ranchos "Los Cerritos" y "Las Bocas" que le tenían arrendadas Don Esteban, amén de la especulación que hacía con los productos de los pegujaleros, a quienes les compraba su cosecha, hubiera podido juntar una fortuna tan considerable como la que dejaba. Casi equiparable a la de Don Esteban: "más de cien mil pesos". A la noche de su muerte, Don Ignacio dijo al confesor y a Don Esteban "que le oprimía el temor de que en la mezcla de intereses, los suyos propios y los de Don Esteban, hubiera afectado grandemente a su patrón". Por ello deseo recompensar el daño que creo haber inferido a los intereses de Don Esteban aunque sin malicia. Don Esteban, asesorado por "teólogos y juristas" de aquel tiempo, guardó para sí, como justa compensación, quince mil pesos que sobraban una vez entregados todos los legados de Don Ignacio. Pero aprendió la lección y no deseaba que a su muerte su fortuna pasara a la de los diestros administradores. La historia demostró cuan equivocado estaba Don Esteban. Su hija María de los Dolores falleció temprano y la administración de los bienes recayó sobre otra de sus hijas, Doña Rafaela Díaz y Torres. Por otra parte, la viuda Díaz González se volvió a casar con Don Manuel Casabal. Madre e hija convinieron en depositar su confianza en Don Manuel quien así paso a administrar los bienes de la familia. Pronto falleció Doña Rafaela, y sus hermanos, como era de esperarse, entraron en disputa por la herencia. Doña Rafaela había insertado unas cláusulas en su testamento aclarando que si entraba en litigio la propiedad, asunto nunca deseado por su parte, los bienes deberían pasarse a su padrastro. De esta manera, en 1860, Don Manuel Casabal era dueño de "San Clemente" y todos sus labores y ranchos anexos: "El Ahorcado", "Guadalupe de Cosío", "Santa Cruz" y "El Muerto". Como señor hacendado, Don Manuel Casabal no resistió heredar fuertes sumas para obras de beneficencia, a fin de conservar gravado su nombre por los siglos en los llamados "€œcapitales piadosos"€. Donación que vino a sumarse a los legados que había hecho Don Esteban Díaz González y su hija Rafaela. Don Manuel a la hora de la muerte, sin herederos directos, quiso restituir a la familia Díaz González sus propiedades. Como único heredero de sus bienes nombró a Don Antonio Díaz y Torres hijo de Don Esteban. Pero Don Antonio falleció pocos días antes de que muriera al señor Casabal, por lo que, a su deceso, se llamó a los posibles herederos. Esta situación suscitó un largo litigio para determinar quien era el legítimo sucesor. El familiar más cercano constituido heredero, Miguel Casabal, no se quedó con las propiedades. Sin hacer aprecio de los bienes, los vendió a Don Gil Echeverría por la cantidad de $113 000 pesos, cuando la hacienda con todos sus ranchos y valores valían, descontando los capitales piadosos, $165,138. 88. Don Gil Echeverría conservó por muchos años la haciena, todavía a fines del porfiriato, "San Clemente” era de su propiedad. En 1910, la hacienda fue adquirida por Julián Ruiz y posteriormente el dueño fue Don José J. Rivas. Actualmente, esta hacienda pertenece a Don Fernando Presa Fernández, quien en 1973 comenzó con problemas de invasión de sus tierras por los ejidatarios de "San Clemente", lo que provocó que la fraccionara en 5 partes en el año de 1982.

Hacienda Guadalupe Septién:

Se ubica al norte de la cabecera municipal de Pedro Escobedo a 5 km, con una población de 2 180 habitantes y una ex hacienda del mismo nombre. El primer dueño de la hacienda, Don Juan Olvera, inició a construir esta finca en 1852. Posteriormente la vendió a españoles de apellido Rodríguez quienes terminaron la hacienda a finales de 1879. Otro de los dueños en 1910 fue la Sra. Guadalupe de Cocino. La mayoría de los pobladores del lugar, trabajaban para la hacienda; y debido al nombre de la dueña le conocían como la hacienda de Guadalupe de Cocino. Ella la vendió al Lic. Manuel Septién, dueño de varias propiedades entre ellas "La Esperanza", hoy municipio de Colón; "La Muralla", en el estado de Hidalgo; y "La Luz", en Acambaro Michoacán. Al pasar esta finca al nuevo propietario, cambiaron de nombre tanto la hacienda como la comunidad a "Guadalupe Septién", pues así se llamaba su hija. La comunidad lo fue aceptando a través de los años. Esta hermosa finca, así nombrada en el mapa de 1884. Extiende su fachada de oriente a poniente, y tiene un espacioso portón con marco de cantera de recinto que mira al norte; además de cuatro ventanales enrejados con marcos del mismo material. Todo este conjunto de una planta de altura, se encuentra señoreando en el extremo poniente, por un impresionante y sólido torreón asentado en una base de la que se elevan cinco secciones estratégicamente perforadas por atarazanas, que finalmente rematan, dominando su altura, pocas espesas almenas a las que se accede por una estratégica escalerilla. Entrando a la finca, sobre la derecha, existe una cómoda banca de descanso elaborada de mampostería, con un altorrelieve de forma serpenteante que remata en dos caracoles, uno en cada extremo.

Hacienda Ignacio Pérez:

"Ignacio Pérez" era una propiedad de Doña Carla de los Dolores, quien estaba casada con Manuel Alvear. A mediados del siglo XIX pasó al penúltimo dueño, Don José J. Rivas, quien tomó posesión de enormes tierras vecinas entre ellas "San Clemente" e "Ignacio Pérez". Don José Rivas ocupaba la hacienda como lugar de descanso durante pocos días, para disfrutar del campo y sus animales. La hacienda contaba con un enorme patio central y la fachada aún se muestra con lisos paredones. Contaba con 3 habitaciones, una pequeña cocina y un gran comedor rectangular. En un principio fue nombrado "El Sitio del Muerto" y estaba integrado de grandes cantidades de terreno aptos para la agricultura. Contaba con un sitio de estancia de ganado mayor que representaba una figura equivalente a 25 000 varas cuadradas (1 747 hectáreas) y dos caballerías de tierra (una caballería igual a 42.58 hectáreas) siendo así la cantidad de 1 832.16 hectáreas. Se cuentan con datos precisos sobre "El Muerto" por su hacienda, más no se sabe, porque le nombraron así. A principios de 1900 fue llamado "Linda Vista" por sus pobladores y en 1970 lo nombraron oficialmente "Ignacio Pérez", en honor al ilustre personaje que luchó al lado del cura Hidalgo, Josefa Ortiz de Domínguez, Allende, Aldama y otros más que dieron inicio a este movimiento de lucha por la Independencia de México. En 1710 uno de los primeros dueños de esta pequeña haciendo fue el capitán Luis de Silva. En 1758, hubieron problemas entre los dueños de las haciendas, la de "El Sauz" y "San Clemente", Fernando Romero Martínez y Leonel Gómez poseedor de la hacienda de "La Llave", sobre la posesión de tierras de "El Sitio del Muerto", por tener diferencias en límites de sus propiedades. Fue debido a todas estas dificultades que el Capitán Luis de Silva entregó su hacienda a su hijo Diego de Silva en el año de 1760. En los años de 1801 a 1804, la hacienda de "El Muerto", que seguía teniendo irregularidades en sus límites, fue propiedad de la Señora Laurencia Catarina de Silva, familia del Capitán Luis de Silva. De los poseedores de esta hacienda, uno de los más ricos fue Don Antonio Echeverría, quien contaba con varias haciendas y los pocos habitantes del lugar que trabajaban para él recibiendo a cambio una raquítica remuneración por sus servicios. Esta remuneración estaba muy por debajo de satisfacer sus necesidades fundamentales. En la época del Porfiriato, los habitantes de esta hacienda platican que estaba un despótico patrón de nombre Julián Ruiz. Al paso de los años esta hacienda la compró la esposa de Manuel Alvear, la señora María de los Dolores. Esta finca es muy pequeña, por lo que fue considerada como casa de descanso de sus dueños. Es diferente a las demás que se encuentran en el municipio porque conserva parte de su tradición, su construcción colonial y por ser una de las más antiguas de las haciendas. Tiene en la entrada principal una pequeña troje de un patio central de piedra lisa de cantera. Al frente tiene dos habitaciones en ruinas y otras tres con arcos de cantera en regular estado. Algunos de los techos están elaborados de vigas de madera con leyendas en latín, otros con diferentes materiales. En todo esto se puede observar la destrucción por el paso de los años y la falta de mantenimiento adecuado por parte de sus dueños actuales. El 27 de junio de 1937 se levantó el acta de posesión definitiva al poblado de "El Muerto", jurisdicción de San Juan del Río, Querétaro, donde se llevó a cabo el deslinde correspondiente de las tierras; solicitado por sus pobladores según la resolución presidencial, donde se indicaba que era procedente la dotación de ejidos. En 1947 entró en funciones el primer comisariado de "El Muerto", Don Emilio Cuellar, quien fue trabajador de la hacienda durante muchos años. Vecinos del lugar le recomendaron no desocupar la hacienda, ya que los hacendados no asistían debidamente al cuidado de la finca, de las tierras y de sus animales. Tomó posesión del casco de esta pequeña hacienda, confirmando así el término de resolución en el que se dotó a los vecinos de "El Muerto" de tierras con una superficie de 658 hectáreas. Dichas tierras se tomaron íntegramente de la hacienda de "San Clemente", propiedad de Don José J. Rivas, y que estaban constituidas por 560 hectáreas de temporal, 894 de pasteo y 90 ocupadas para caserío.

Hacienda Epigmenio González:

Esta preciosa finca no aparece reseñada en el mapa de 1884, es pues de suponerse que cuando menos su manufactura corresponde a la época porfiriana. Y efectivamente así lo demuestran sus arcos rebajados, el labrado de sus tableros y los barandales de hierro del portal alrededor de su patio. Sin embargo, las esculturas dejaron elementos que rememoran la tradición de nuestros viejos dioses y las influencias del arte mudéjar que aportaran los conquistadores, como son: el marco cuadrado de su entrada, la fuente del centro del patio y las dos que están situadas a los lados del frente de su fachada; las columnas almenadas, los espesos muros, soberbios contrafuertes y los establos y corrales seccionados. Por desgracia la finca ha sido muy depredada, ya sea por desconocer su belleza e importancia arquitectónica o por carecer de los amplios recursos que exige una adecuada restauración. Es por esto que cada vez es más evidente la necesidad de que tan valioso testimonio de nuestra historia, cuando no sean restaurados o cuando menos conservados, pasen a ser patrimonio histórico de México, poniéndolos en manos de propietarios temporales, como ha sucedido con nuestros templos. Es necesario precisar que en la actualidad ha sido restaurada en parte y da un ejemplo de la grandeza de su constitución. Con referencia a los aconteceres revolucionarios, debemos considerar que sus desplazamientos se llevaron a cabo, preferentemente, a lo largo de las líneas del ferrocarril. Por este motivo, en la población de "El Ahorcado" quedaron centradas acciones de trenes de guerra, pero siempre circunscritas a movimientos de paso.

Puente de Las Postas:

Las Postas era un lugar importante por haberse construido el puente para el "Camino Real o de La Plata", probablemente en los años de 1769 a 1790. Vino a resolver problemas del paso del arroyo de "La D", que en tiempos de lluvias, aumentaba su caudal y era paso obligado de las diligencias. Este puente tiene una orientación que va del este al oeste y mide aproximadamente 100 metros de largo. Las diligencias que se dirigían hacia el municipio de San Juan del Río y sus alrededores, pasaban por el Camino Real a cambiar la bollada de animales y a beber agua. El puente consta de dos arcos rebajados, elaborados con sillares de cantera de recinto, tiene defensa de quilla de barco en el pilar del centro y un muro de contención del lado sureste que se prolonga algunos metros del lado noreste. Arriba del espeso pilar central se encuentra una placa de cantera rosa enmarcada con cantera de recinto y que seguramente tendría alguna leyenda referente a tiempos coloniales, la cual fue picada totalmente. La población donde se encuentra este puente es nombrada como "€œCrucitas"€ en el plano del Estado de Querétaro en 1884. Posteriormente se le designó el nombre de "Lagunillas", el cual mucha gente lo confundía con una comunidad del mismo nombre del municipio de Huimilpan; así transcurrieron los años y actualmente se denomina "Las Postas" debido a que en el viejo transitar de los antiguos caminos reales, una posta se refería a los lugares en que, de trecho en trecho, eran cambiadas los tiros de bestias o de bueyes que arrastraban diligencias, carros y carretas que en aquellos lejanos días, eran el servicio de transporte. Dentro de los primeros pobladores de este lugar, según comentarios de Doña Ma. De la Luz Perrusquía Moreno, persona de mayor edad en la comunidad, fueron Don Ángel Perrusquía Soria, Don Elías Maldonado que venía de "La D", Don Agustín Tovar procedente de "El Coto" y Don Severiano Eligio de la comunidad de "Arcila". Cabe mencionar que el Sr. Agustín Maldonado Chombo, hijo de Don Elías; designó el nombre actual a la comunidad en el tiempo en que fue autoridad. Existe una noria que comenzaron sus trabajos de excavación en el año de 1937 y se concluyó en el año de 1949. Esta noria dotó de agua en estos tiempos al poblado de "Las Postas" para su consumo cotidiano.

El Santo Niño Jesús de Praga:

En 1908, Don Alfonso Helguera y Manuel Urquiza, visitaron al Papa León XIII, quien le regaló a Don Alfonso Helguera, una estatua del Santo Niño Jesús de Praga, misma que llevó a su capilla de la Hacienda de Ajuchitlancito. El antecedente histórico de que se tiene referencia es que Fernando II, Emperador de Alemania, para manifestar su gratitud a nuestro Señor por la insigne victoria alcanzada en una batalla, fundó en 1620, en la Ciudad de Praga, un convento de padres carmelitas. En esa época vivía en Praga, la piadosa Princesa Polixena Lobkowítz, quien les regaló una estatua de 48 centímetros que representaba a un hermoso niño Dios, de pie, con la mano derecha levantada en altitud de bendecir, mientras que con la izquierda sostenía un globo dorado; su rostro muy amable y lleno de gracia. Al dar esta estatua a los religiosos les dijo: "padres míos, os entrego lo más caro que poseo en el mundo... honrad mucho a este Niño Jesús, y nada os faltará". De esta imagen se cuentan infinidad de milagros. Así, Don Alfonso Helguera lo llevó a la Hacienda de Ajuchitlancito, para tener este santo en la capilla, en donde ya tenía a San José y la Virgen de Guadalupe. Las poblaciones de Ajuchitlancito y La Venta, acordaron con el hacendado en que el Santo Niño, pudiera salir a "La Venta" unos días para después regresar. Así lo hicieron constantemente, hasta que un día hubo diferencias entre los mayordomos de las dos comunidades. Este Santo Niño, estaba en "La Venta" y ya no lo dejaron salir, quedándose definitivamente en ese lugar. Hoy en día algunas poblaciones solicitan que este Santo Niño Jesús de Praga las visite, por ser muy milagroso, en particular los días en que no llueve.

Municipio Pedro Escobedo

Estado Querétaro
Cabecera Pedro Escobedo
Población 56 553 hab.
Gentilicio
Municipios de Querétaro
Superficie 291 km2
Información proporcionada por el Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (INAFED)
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