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Ciudad de México, Ciudades Patrimonio de la Humanidad

Por qué es considerada Ciudad Patrimonio de la Humanidad

El Centro Histórico de la Ciudad de México constituye el corazón de la ciudad, pero al mismo tiempo, al situarse en el centro del poder político, económico, social y cultural del país también es el corazón de México

Por su valor histórico y cultural, por ser un ejemplo excepcional de asentamiento urbano, por constatar la fusión de dos culturas en sus edificios, casas, calles y catedral, el Centro Histórico de la Ciudad de México quedó inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO el 11 de diciembre de 1987.

Historia

En 1325, al encontrar, a la mitad del lago, la señal anunciada de un águila sobre un nopal devorando una serpiente, el pueblo mexica, luego de un largo peregrinar, se estableció en el valle de México.

El valle ya estaba poblado por otros grupos que poseían una cultura más avanzada y se habían repartido el territorio, por lo que los mexicas tuvieron que establecerse en la zona lacustre.

Allí fundaron la Ciudad de México-Tenochtitlan desde donde, en el reducido periodo de dos siglos, dominaron a los pueblos del valle y extendieron su imperio hacia lejanos territorios de toda Mesoamérica.

La ciudad se desarrolló también gracias a su expansión por el sistema de chinampas que ya había sido utilizado en otros sitios desde tiempos de la hegemonía teotihuacana y que perduraría hasta nuestros días en el área de Xochimilco. Tenochtitlan tenía una traza urbana en retícula, con cuatro calzadas y canales sobre los que había un tránsito constante de canoas y personas.

La conquista de Tenochtitlan se consumó el 13 de agosto de 1521, tras un sitio de 75 días. El Templo Mayor y todas las construcciones palaciegas y residenciales fueron destruidos, las efigies de los dioses de los mexicas, fueron sepultadas bajo los escombros y con las piedras de los edificios tenochcas se comenzó a levantar la ciudad de los conquistadores.

La ciudad creció con la llegada de funcionarios, religiosos y aventureros, y hacia 1525, tenía cerca de 30 mil habitantes, 2 mil de los cuales eran españoles.

En 1530 Carlos V la declaró capital de la Nueva España y sede del virreinato, del gobierno y de la Real Audiencia. En 1535, con la llegada del primer virrey Antonio de Mendoza, se fundó la Casa de Moneda y en 1539 la primera imprenta de América.

En 1554 abrió sus puertas la primera Universidad del Nuevo Mundo. A principios del XVII la ciudad había crecido y en 1619 fue necesario ampliar sus límites originales hacia la tierra ganada con la lenta desecación del lago.

Esto, de cualquier forma, no impidió que la ciudad padeciera repetidas inundaciones, la más grave de las cuales ocurrió en 1629. Por este motivo se realizaron grandes obras hidráulicas, que no resolvieron el problema.

Debido a la guerra de Independencia y a la inestable situación que la siguió, la Ciudad de México casi no tuvo crecimiento en la primera mitad del siglo XIX.

La situación cambió hacia 1860, cuando el triunfo de los liberales trajo como consecuencia un tiempo de paz en el que se volvieron a emprender grandes obras urbanas. Con las Leyes de Reforma, empezó a desmembrarse el acusado carácter religioso de la ciudad colonial: se destruyeron parcialmente algunos conventos, se abrieron calles y avenidas, y muchos edificios religiosos fueron convertidos en bibliotecas, hospitales o vecindades.

Entre 1860 y 1910, nacieron nuevas colonias para habitación de las más de quinientas mil personas que ya poblaban el valle. Al preferirse un diseño urbano paralelo al Paseo de la Reforma (diagonal a la traza reticular original), México comenzó a perder la ordenada fisonomía que tuvo durante tres siglos. 

Arquitectura

El centro, ocupado por una zona ceremonial dominada por el Templo Mayor y por los palacios donde se asentaba el poder político, estaba rodeado por cuatro barrios residenciales donde se alineaban casas construidas con piedra gris combinada con tezontle, barro, tule y la fibra vegetal flexible obtenida de los juncos del lago. Esta metrópoli fue la que encontraron los españoles comandados por Hernán Cortés a su llegada al valle de México el 8 de noviembre de 1519; les pareció asombrosa y la compararon favorablemente con las urbes europeas, de hecho los mercenarios contratados expresaban con sorpresa que en ningún lugar de Persia, China, Florencia y otras ciudades exóticas tenía la majestuosidad y colorido de esta ciudad, lo que les uinfundió mucho miedo.

La traza de la nueva urbe surgida como consecuencia de la conquista estuvo a cargo de Alonso García Bravo y arrojó cien manzanas entrecruzadas por ocho canales, en una superficie de 180 hectáreas.

La ciudad quedó dividida en un barrio central, exclusivo para los conquistadores, rodeado por cuatro demarcaciones indígenas. El sector español se convirtió en un verdadero baluarte: en sus predios se levantaron casas-fortaleza, con altas paredes y torres de vigilancia.

Para su acceso, la ciudad conservó su red de calzadas: la de Tenayuca, hoy Vallejo; la de Tlacopan, hoy México Tacuba; la de Iztapalapa, hoy Tlalpan; la de Tepeyac, hoy calzada de los Misterios. Se conservaron también los cuatro barrios indígenas que, durante el periodo virreinal, guardaron en sus nombres cristianizados la denominación náhuatl: San Juan Moyotla, Santa María Cuepopoan, San Sebastián Atzacualco y San Pedro Teopan.

La lenta desecación del lago de Texcoco y las obras de desagüe del Valle de México —iniciadas en el siglo XVI y concluidas en 1900— hicieron perder a la ciudad su característica de lacustre.

Los cimientos de la actual Catedral se colocaron en 1563, y a partir de entonces, comenzaron a levantarse sus muros aunque el soberbio edificio no sería concluido sino hasta el siglo XVIII.

En el último tercio del siglo XVI hubo en la ciudad una intensa actividad constructiva: se edificaron hospitales, iglesias, conventos, colegios, acueductos y casas particulares, además de emprenderse obras de limpieza y empedrado.

Las construcciones que se terminaron hacia fines del siglo XVI y a principios del XVII ya mostraban la influencia de las corrientes renacentista y plateresca, que determinaron que la ciudad abandonara definitivamente su aspecto medieval originario. Pero el esplendor del México colonial ocurrió en el siglo XVIII, cuando el orden y la belleza de la "Ciudad de los Palacios" asombraban a propios y extraños.

En ese periodo la urbe creció de unos 50 mil a unos 100 mil habitantes y se vio envuelta en una intensa actividad de reconstrucción y remozamiento. Al principio la exuberante decoración barroca se instaló en portadas, interiores y retablos, pero hacia fines de siglo ésta fue remplazada por la sobriedad de líneas de los edificios neoclásicos.

En la arquitectura doméstica destacaban, entre otras, la casa del marqués de Jaral de Berrio (posteriormente llamada Palacio de Iturbide), y las de los condes de Santiago de Calimaya, del Valle de Orizaba (la Casa de los Azulejos) y de San Mateo de Valparaíso. Bello ejemplo de arquitectura civil es el Colegio de las Vizcaínas, construido en 1734.

Hacia fines de siglo se erigió la magnífica construcción neoclásica del Palacio de Minería.

El porfiriato agregó algunos monumentos importantes, como el Palacio Postal y el Monumento a la Independencia. 

La ciudad hoy

A un costado de Bellas Artes, se ubica la Oficina Central de Correos, un edificio maravilloso que alberga al Museo Postal. Por la calle de Tacuba, en dirección al Zócalo, pueden visitar los museos del Palacio de Minería y Nacional de Arte, uno frente al otro, y detrás la Cámara de Senadores. Por la calle de Donceles se llega a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, en el edificio que albergó por muchos años a la Cámara de Diputados. También en esa calle se encuentra el Teatro de la Ciudad y más adelante la zona de librerías donde se pueden encontrar títulos antiguos.

Hacia el norte del Zócalo topamos con la Plaza de Santo Domingo, donde se encuentra el templo del mismo nombre y también el que fuera el edificio de la Santa Inquisición durante la Colonia, hoy Antigua Escuela de Medicina; el edificio de la Secretaría de Educación Pública y muchos más se encuentran aquí.

Plazas, jardines, atrios, iglesias, casas, oficinas, palacios, colegios, cortes, tribunales, museos, calles que son museos y museos que son calle, dioses antiguos y no tanto, vírgenes, santos, catedral y el palacio de gobierno que es símbolo del poder del país. Todo eso y más, mucho más, es el Centro Histórico de la Ciudad de México, donde palpita el corazón de nuestra historia, la historia de un país formado por dos culturas distintas: la mexicana y la española, que en su síntesis han dado la grandeza de la nación mexicana.

El Centro Histórico es sitio importante de restaurantes, bares y cafeterías, muchos de ellos de gran tradición y algunas que guardan en su interior recuerdos y anécdotas de sucesos y personajes de la historia de México.


Inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial el 11 de diciembre de 1987, bajo los siguientes criterios: II, III, IV y V1
II). Atestiguar un intercambio de influencias considerable, durante un periodo concreto o en un área cultural o determinada, en los ámbitos de la arquitectura o la tecnología, las artes monumentales, la planificación urbana o la creación de paisajes;
Desde el Siglo XIV al XIX, Tenochtitlan y posteriormente la Ciudad de México, ejercieron una influencia decisiva en el desarrollo de la arquitectura, las artes monumentales y el uso del espacio, primero en el imperio mexica y más tarde en la Nueva España.
Este asentamiento materializa la fusión de la implantación de la época colonial, sobre la estructura de calzadas y canales de la época prehispánica.
A partir de 1920, ejerce su influencia sobre la producción artística de numerosos países debido a los primeros y más importantes ejemplos de la pintura mural del siglo XX.
III). Aportar un testimonio único, o al menos excepcional, sobre una tradición cultural o una civilización viva o desaparecida;
El complejo monumental del Templo Mayor, con la superposición de los cinco templos erigidos con anterioridad, el monolito encontrado al pie de la pirámide: la Coyolxauhqui, cuyo desmembramiento simbolizó el triunfo de Huitzilopochtli sobre sus hermanos, así como otros restos encontrados, dan testimonio excepcional de una civilización extinta.
IV). Constituir un ejemplo eminentemente representativo de un tipo de construcción o de conjunto arquitectónico o tecnológico, o de paisaje que ilustre uno o varios periodos significativos de la historia humana;
La capital de la Nueva España, caracterizada por su traza reticular, el espaciamiento regular de sus plazas y calles, el esplendor de su arquitectura religiosa como la Catedral (la más importante del continente) y de un gran número de templos, conventos, claustros, capillas, y de su arquitectura civil como colegios, hospitales, palacios, alojamientos de gran valor (Palacio del Marqués de Jaral de Berrio) es un ejemplo vivo de los asentamientos españoles de la Nueva España.
V). Ser un ejemplo eminente de formas tradicionales de asentamiento humano o de utilización tradicional de las tierras o del mar, representativas de una cultura (o de culturas), o de la interacción entre el hombre y su entorno natural, especialmente cuando son vulnerables debido a mutaciones irreversibles.
El impacto de los cambios ambientales han hecho vulnerable el paisaje lacustrede Xochimilco, el cual constituye la única reminiscencia de la ocupación tradicional de la tierra, como modo de producción común en tiempos prehispánicos, siendo ésta, una obra conjunta del ser humano y de la naturaleza.

1Los Criterios de Selección se encuentran contenidos en las directrices prácticas sobre la aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial de la UNESCO. 

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