Un tramo del actual Eje Central Lázaro Cárdenas llevó antes el nombre de Niño Perdido, en honor a una leyenda de amor del siglo XVII.
Se dice que el artista español don Enrique de Verona, contratado para trabajar en el Altar de los Reyes de la Catedral Metropolitana, a Estela de Fuensalida, quien era pretendida por un hombre mayor, don Tristán de Valladares, se casaron y provocaron la rabia de don Tristán.
"Para rencores y duelos
de amor en el paraíso,
el infierno darnos quiso
una serpiente: los celos.
No hay corazón más herido
ni con más sed de venganza,
que el que pierde la esperanza
de verse correspondido".
Cuando la pareja tuvo un hijo, el viejo prendió fuego a un pajar junto a la casa de la familia. En la confusión y el alboroto el niño desapareció. Fue robado por el viejo pero la madre vio cuando éste quería escapar y lo alcanzó; le arrebató al pequeño, quien de nuevo estuvo a salvo en los brazos de su madre.
“Todo el pueblo enternecido
llora, clama, palmotea,
y hasta el más pobre desea
besar al niño perdido".
La mujer, a quien sólo aconseja
la piedad actos de amor,
dejó de tan gran dolor
un recuerdo en la calleja.
Puso un nicho y unas flores
emblemas de su cariño,
y en el nicho a Jesús Niño
perdido entre los Doctores.
Y una lámpara que ardía
símbolo de devoción,
invitando a la oración
en la noche y en el día.
Y año tras año corrido
respeta el hecho la fama,
y aquella calle se llama
Calle del Niño Perdido".
Fuente: Guía del centro histórico