Cuenta esta leyenda prehispánica que Moctezuma no se sentía satisfecho con lo que habría de legar a la posteridad, por lo que convocó a canteros y albañiles de los barrios de Teopan, Moyotlan, Atzacualco y Cuepopan para que hallaran y labraran una gigantesca piedra en honor a Huitzilopochtli, aun mayor que la que ya se encontraba en el templo de la deidad.
"Fueron y halláronla en Acolco (…) y para haberla de labrar a placer, fue menester ir diez o doce mil indios a sacarla de donde estaba (…) y luego de que se acabó de labrar dieron aviso al rey Moctezuma y fueron para traerla todos los chalcas con maromas muy gruesas (…) y como la traían con tanto ruido por el gran peso, la trajeron hasta Iztapalapan, y allí descansaron los indios dos o tres días".
El día que habrían de entrar a México Tenochtitlán, la piedra habló: "¿Que me queréis llevar? Pues no me he de rodar para ir a donde me queréis llevar".
Cuando Moctezuma supo lo que ocurría, ordenó que se liberaran a todos los presos, quienes a su vez llamaron a todos los hombres de Aculhuacán, Chinampanecas y Nauchteuctli para que fueran a tirar de la piedra.
Cuando comenzaron a hacerlo, la piedra habló de nuevo: "Que no he de llegar a México; decidle a Moctezuma ¿que para qué me quiere? (…) ya ha llegado su término de él, ya no es tiempo, y Moctezuma ha de ver por sus ojos lo que será presto, porque está ya dicho y determinado, porque parece que quiere aventajar a Nuestro Señor, que hizo el cielo y la tierra".
Finalmente la piedra decidió moverse, hasta que a la mitad del puente de Xoloco, habló por última vez: "Hasta aquí ha de ser, y no más".
Entonces, el puente se rompió y la piedra cayó al agua y arrastró a muchos hombres con ella. Moctezuma fue al lugar para corroborar lo que había sucedido. Tiempo después, la piedra fue hallada exactamente en el mismo lugar en el que fue obtenida. El rey se resignó: "Sea norabuena, padres míos: veamos lo más que ordenaron nuestros dioses".
Fuente: Guía del centro histórico