Los inmigrantes europeos que llegaron durante el siglo XIX a los estados mexicanos de Texas, San Luis Potosí, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas (principalmente) traían consigo instrumentos como el acordeón. Uno de los géneros musicales que introdujeron dichos inmigrantes fue la polca. Género que más tarde se uniría a los relatos mexicanos de esa época, generando así el corrido norteño.
Hasta el arribo y consolidación de los medios electrónicos de comunicación masiva a mitades del siglo XX y gracias a su aparente simplicidad lingüística y musical, el corrido se utilizó en México como un medio informativo y educativo de primer orden.
Los corridos están escritos en compás de 3/4 ó 1/2 y su composición literaria en “verso menor” que tiene una estructura de versos de 8 sílabas fonéticas, agrupados en estrofas de 6 o menos versos.
Fue hasta la Guerra de Independencia (1810 – 1821), y a lo largo de la Revolución mexicana (1910 – 1921) y las revueltas religiosas o caciqulies (1926 – 1934) originadas por el nuevo orden político, que el género prosperó y adquirió los conocidos tonos “épicos” que tanto se resaltan, así como su estructura narrativa, produciéndose así la mayoría de los corridos que se refieren a líderes revolucionarios, religiosos o populares.
Con la consolidación del “presidencialismo” (orden político instituido tras la Revolución mexicana) y la popularización de la radio y la televisión, el corrido perdió mucho de su papel informativo, volviéndose, por una parte, un ingrediente del culto folclorista, y por otra, la voz de los nuevos subversivos: trabajadores oprimidos, productores y traficantes de drogas, activistas de izquierda y campesinos migrantes. Esta vertiente es considerada por los académicos como la etapa “decadente” del género, que tiene a borrar las características estilísticas y estructurales del corrido “revolucionario” o tradicional. El “narcocorrido” (como se le llama actualmente) está dedicado a figuras destacadas del narcotráfico, y muchas veces las canciones son ordenadas y pagadas por los mismos narcotraficantes.
Hay tres variantes del corrido: romances transculturados, corridos revolucionarios y corrido moderno. Las tres variantes siguen vigentes en la actualidad y son cantadas a la par con otros géneros populares narrativos como la “Valona” de Michoacán y el “Son arribeño” de la Sierra Gorda de Guanajuato, Hidalgo y Querétaro.
Su vitalidad y flexibilidad permiten que existan letras originales de corridos interpretadas en géneros musicales extranjeros como el blues y el ska, e incluso letras que no están en español, como las traducidas o compuestas por las comunidades indígenas de México o por las comunidades “chicanas” en Estados Unidos, escritas en inglés o “spanglish”.
Muchos corridos escritos durante la Revolución mexicana hablan del importante papel que tuvieron las mujeres. Dos ejemplos de esto son “La Adelita” y “La Valentina”.
Como su nombre lo indica, los corridos villistas hablan de las hazañas de Francisco Villa y sus seguidores. Explican un punto de vista de la Revolución asociado con el Norte de México. Uno de los corridos más famosos es “La Cucaracha”, que se hizo muy famoso durante la revolución porque fue escrito para celebrar las hazañas del ejército de Villa, y para burlarse de su enemigo Venustiano Carranza. Villa es, sin duda, uno de los iconos culturales más importantes de México.
Los corridos zapatistas representan la memoria colectiva y sentimientos de la gente de los pueblos del sur del país, particularmente de los campesinos e indígenas que seguían el movimiento de Emiliano Zapata. Las ideologías fundamentales que se representan en estos corridos son las de “tierra y libertad”.
Los corridos fueron un símbolo del ejército y los campesinos de Morelos y fueron importantes para contar las historias de los eventos de la Revolución mexicana. Los corridos zapatistas fueron importantes para el movimiento zapatista en el sur de México durante los años 90's. Como antes, los corridos fueron utilizados para unir a la gente y contar historias de sus luchas.