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La Independencia de México II, Iniciación del movimiento libertario

La Independencia de México, Juan O'gorman

Iniciación del movimiento libertario

Después del fracaso de la conjura de Valladolid de 1809, los criollos persistieron en reuniones secretas para alentar la independencia. El capitán Ignacio Allende, quien tuvo estrecho contacto con los comprometidos de Valladolid, fue el promotor de la Junta de San Miguel el Grande y posteriormente, de la de Querétaro.

Asistían a las reuniones de San Miguel celebradas en la casa de José Domingo Allende, los hermanos Ignacio y Juan Aldama, Juan Humarán, Santiago Cabrera y otros. Tiempo después, se incorporó y fue la figura directora Miguel Hidalgo y Costilla. Su plan estaba bien definido: los jefes principales se congregarían en la capital para determinar la forma de gobierno; los españoles serían aprehendidos y posteriormente, se les otorgaría la libertad de permanecer o salir del país, en cuyo caso sus bienes se confiscarían, y si fracasaba el movimiento se buscaría ayuda en los Estados Unidos.

La Junta de Querétaro, foco esencial de la insurrección, establecida en una población estratégica, contó con la simpatía del corregidor Miguel Domínguez. La formaban Ignacio Allende, Mariano Abasolo, Juan Aldama, José Lorenzo Parra, José María Sánchez, la corregidora Josefa Ortiz de Domínguez -colaboradora heroica en la obra de la independencia-, Epigmenio y Emeterio González y algunos de los implicados en la conjura de Valladolid. Sesionaban en los domicilios del abogado Parra y del presbítero José María Sánchez, como tan pronto se trasladaban a los del boticario Estrada o de los licenciados Altamirano y Lazo de la Vega para no despertar sospechas, o bien a la tienda de los hermanos González donde se ocultaban armas y parque.

Las juntas de San Miguel y Querétaro difundieron activamente las ideas libertarias y tenían corresponsales en Dolores, San Felipe, Celaya, Guanajuato y San Luis Potosí, urgiéndolos a reunir o fabricar armas para la sublevación. El inicio del movimiento se fijó para ello de octubre de 1810; pero, las denuncias se multiplicaron y la conspiración quedó descubierta.

El corregidor de Querétaro comunicó el 13 de septiembre a su esposa doña Josefa que había decidido aprehender a los conjurados. Ante tal contingencia ella llamó, mediante una señal convenida, al alcalde Ignacio Pérez, cuyas habitaciones quedaban en el entresuelo de la casa de la corregidora. Solícito acudió al llamado este entusiasta colaborador de la causa, mas estando las puertas de sus aposentos bien aseguradas con llave, la corregidora a través de la cerradura lo apremió a ir a San Miguel y avisar a Ignacio Allende lo ocurrido, pero éste ya había marchado a Dolores.

Miguel Hidalgo con el estandarte de la Vírgen de Guadalupe

Hidalgo, Allende, Aldama y otros amigos, liberaron a los presos de la cárcel, quienes se unieron al movimiento, armados de palos, piedras y lanzas. Después se apoderaron de las espadas del regimiento de la reina, capturaron al subdelegado Nicolás Fernández del Rincón, al colector de diezmos, Cortina, y a los españoles del poblado. A las cinco de la mañana del 16 de septiembre de 1810, Hidalgo, al frente de los insurrectos, llegó al atrio del templo, donde arengó a la multitud reunida, diciéndoles que el movimiento tenía como fin, quitar del mando a los europeos, porque se habían entregado a los franceses, y que ellos no debían correr la misma suerte; además, les habló de los peligros que acechaban a la religión católica y que era necesario salvarla. Les expuso la posición privilegiada de los hispanos y la deplorable vida de los naturales del país, que en adelante no pagarían ningún tributo. También los conminó a la rebelión, señalando que los que se unieran a sus huestes con arma y caballo, recibirían de paga un peso diario y cuatro reales los de a pie. Concluyó su ardorosa proclama con "¡Viva la Independencia! ¡Viva América! ¡Muera el mal gobierno!", palabras que enardecieron el ánimo de la multitud que a coro gritó: "¡Mueran los gachupines!". El grito de libertad se había dado y con él se iniciaba la lucha por la independencia nacional. La clase sojuzgada, miserable e iletrada, se unió espontáneamente a Hidalgo para combatir el régimen que vejaba por la codicia y destruía por la ignorancia, lo que dio al movimiento un cariz popular y explosivo, difícil de controlar. Don Miguel ordenó después que se armara a la gente y envió emisarios a sublevar las regiones de Guanajuato, Querétaro, Guadalajara, San Luis Potosí y México. Una parte del regimiento de la reina se sumó a las tropas del cura, que al salir de Dolores, estaba integrada por 800 hombres. Hidalgo, hizo oír su voz grave y sentenciosa, diciendo a sus compañeros: "¡Adelante, señores! ¡Vámonos! ya se ha puesto el cascabel al gato; falta ver quiénes son los que sobramos".  Al acampar en la hacienda de la Erre y llegar al santuario de Atotonilco, Hidalgo tomó la imagen de la virgen de Guadalupe y la colocó en un asta como estandarte, y mostrándola a la muchedumbre, les dijo: "¡Viva Nuestra Madre Santísima de Guadalupe! ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la América!".

Retirados del santuario, cruzaron el paraje llamado Arroyo de la Arena y entraron en San Miguel el Grande, donde se les sumó el capitán Abasolo y la otra sección del regimiento de la reina. De este poblado pasaron a la hacienda de Santa Rita, donde Hidalgo mandó una intimación a los miembros del gobierno para entregar la ciudad de Celaya; pero, ante la aproximación de los insurgentes, huyeron a Querétaro. Durante el trayecto se les fueron uniendo numerosos voluntarios, el ejército libertador entró en la ciudad el 20 de septiembre de 1810, designándose nuevos funcionarios. Se acordó pasar revista al ejército en la llanura nombrada San Antoñito, a orillas del poblado, donde las tropas en masa aclamaron a Hidalgo capitán general, a Allende teniente general y a Aldama mariscal, pues hasta entonces carecían de rango militar. También se concedieron grados de menor jerarquía a los demás jefes.

Larga y respetuosa carta envió el cura el 21 de septiembre al intendente de Guanajuato, Juan Antonio Riaño, en tono conciliador a fin de ganarse su apoyo. En ella hablaba de la "humillante y vergonzosa" sujeción a "la península por trescientos años", y señaló el motivo capital del levantamiento: los "derechos sacrosantos e imprescriptibles de que se ha despojado a la nación mexicana, que los reclama y defenderá resuelta". Riaño contesta en forma insultante, diciéndole que lo esperaba con "su Chusma" en Guanajuato. Después de notificar los progresos del levantamiento a insurgentes de otras regiones, los caudillos salieron de Celaya el 23 de septiembre, cruzaron Salamanca y llegaron a Irapuato el día 25, despachando emisarios a diversos sitios y tropas a la ciudad de Silao, la que posteriormente sometieron.

Ignacio Allende

Mientras, el obispo electo de Michoacán, Manuel Abad y Queipo, amigo íntimo de Hidalgo, publicaba un edicto el 24 de septiembre, donde declaraba al cura, a Allende, Aldama y Abasolo: " ...perturbadores del orden público, seductores del pueblo, sacrílegos, perjuros, y que han incurrido en la excomunión mayor del Canon... Los declaro excomulgados, vitandos, prohibiendo, como prohibo, el que ninguno les dé socorro, auxilio y favor, bajo la pena de excomunión mayor... ".

El 30 de septiembre y 8 de octubre siguientes, aparecieron otros edictos de Abad y Queipo, que confirmaron y ampliaron el primero. El arzobispo de México, Javier Lizana y Beaumont, por medio de un edicto fechado el 11 de octubre de 1810, corroboró la validez de la excomunión lanzada por Abad y Queipo. El obispo de Puebla, la Congregación de Eclesiásticos de San Pedro, el Colegio Apoistólico de Pachuca, el Ayuntamiento de la ciudad de México, el claustro de la Universidad de México, el Colegio de Abogados y otras instituciones, atacaron duramente a Hidalgo y a la revlución popular. Asimismo, el Tribunal de la Inquisición, que le había abierto proceso en 1800 y continuado en 1801, 1807, 1808 y 1809, reanudó la causa contra el caudillo, acusándolo de libertino, sedicioso, sismático, hereje formal, judaizante, luterano, calvinista y sospechoso de ateísta y materialista. Esta institución lanzó un edicto también el 11 de octubre, donde se le notificaba de los cargos más terribles, conminándolo a comparecer ante el tribunal en un plazo de 30 días.

El mismo virrey presionó a todas las asociaciones literarias para que escribieran contra el movimiento emancipador. Bien por iniciativa propia o por acatar la excitativa virreinal, múltiples eclesiásticos y literarios fulminaron denuestos contra la insurrección. Así, además del obispo electo de Michoacán, fueron acérrimos enemigos de Hidalgo y de los insurgentes el arzobispo de México, los prelados de Puebla, Oaxaca y Tlaxcala; el primer canónigo y el deán de la Metropolitana de México; el inquisidor fiscal del Santo Oficio, el ministro de la Audiencia de México, el rector de la Real y Pontificia Universidad de México, y un sinnúmero de doctores en teología y filosofía que hacen aparecer sus escritos en forma anónima, lo que hizo resaltar más la liga indisoluble del trono y el altar. En esta triste distinción tuvo su parte el renombrado y versátil canónigo José María Beristáin de Souza, autor de la famosa "Biblioteca hispanoamericana septentrional".

Juan Hernández Luna en uno de sus libros nos presenta un conjunto de "Imágenes Históricas de Hidalgo", entre ellas las de los que trataron de denigrarlo. Resultan particularmente importantes las de los teólogos y doctores "quienes muy a su pesar dejaron escapar algunos juicios positivos" y aún mejor que quienes lo exaltaron, varios de sus doctos detractores contemporáneos fueron los que lo reconocieron como "un intelectual de primer orden".

Así, el 24 de septiembre el arzobispo de México en su exhortación contra la revolución, presenta a Hidalgo como aquel que antes "lucía como astro tan brillante por tu ciencia ... que has caído como otro Luzbel por su soberbia", y denomina la lucha insurgente: "furia infernal", "proyecto diabólico", insurrección de los "hijos de Satanás" y a su caudillo: "precursor del Anticristo". Dieciséis cartas componen el Anti-Hidalgo " ...de un Dr. mexicano al Br. D. Miguel Hidalgo y Costilla, ex-Cura de Dolores, ex-Cristiano, ex-Americano, ex-Hombre y Generalísimo Capataz de Salteadores y Asesinos". Su autor José Blas Abadiano y Jaso lo reconoce como "doctor en teología" y lo cuestiona: "No eres tú, Señor Bachiller, el que enseñabas la Suma Teológica del Santo Tomás en el Colegio de San Nicolás con algún aplauso... " y que con sus lecciones de teología logró seducir a sus oyentes para arrastrar a la revolución a una "gran proporción de farraguistas y bachilleres de todas clases y condiciones" ... "Resulta de todo que los argumentos para apoyarla y promoverla (a la revolución), en último análisis, se reduce a los siguientes sacados de la "súmulas" que aprendiste y enseñaste en el colegio. Siendo desde entonces sutil ló(gi)co ahora han hecho la más sutil aplicación de aquella arte ló(gi)ca, que para ti vale por todas las ciencias y artes sabidas y por saber, especialmente por el arte de la guerra". Y, así "creyéndote tú el más sabio y benemérito de cuantos habitan la Nueva España" has querido "locura del soberbio Luzbel, escalar el firmamento, e ir a arrojar de su trono al Altísimo".

El progenitor del Anti-Hidalgo afirma que el cura predicaba una nueva moral, y "citábales en apoyo de esta moral reengendradora de poblaciones, muchos textos de Rousseau (sic) Voltaire, Raynal, Diderot y promesas de la familia Bonapartuna que aseguraban felicidad, libertad e independencia". En sus quince Diálogos entre Filópatro y Acerato, el primer canónigo de la Iglesia Metropolitana el doctor Beristáin cuenta: "Ya es cosa averiguada que el Cura Hidalgo no es Doctor. .. Pero de contado dicen los que le conocen que es hombre sabio... Mas advertid, que Luzbel fue el más sabio de los ángeles, y no dejó de ser por eso el primer diablo... Así pues, Hidalgo podrá ser hombre doctísimo, y querer precipitarnos ahora en un abismo de males. Los más grandes heresiarcas han sido por lo común de muchas letras y de gran ingenio; a Mahoma y Napoleón nadie les ha tenido por idiotas: también el Anti-Cristo será sabio... "

En el diálogo séptimo se asegura que un general emisario de Napoleón le entregó “planes para repartir las Haciendas de labor entre los que sigan las banderas de la rebelión" y "apuntes" en que los indios... Se les dirá que (los españoles) tienen usurpada su tierra... Se les ofrecerá quitarla del poder de los usurpadores y repartirla y librarlos del yugo que los oprime". Como prueba de esta visita con la que se planeó la revolución de independencia se muestran unas estampas con una "águila mexicana queriendo despedazar al generoso León de España; y unas "monedas de oro" de los bonaparte repartidas en Querétaro, San Miguel y otros pueblos; así como los "apuntes" y "planes" mencionados .

El Aristarco, folleto semanario publicado por Fermín de Reygadas, nos dice que Hidalgo es un "libertino de ciencia pagana... "

En el número catorce del folleto se afirma que Hidalgo era un jacobino "ciegamente enamorado de la venenosa doctrina de Voltaire (sic) y Rosseau (sic)... ".

Se emprende una feroz campaña para desprestigiar precisamente la personalidad académica y universitaria del iniciador de nuestro movimiento de independencia. Así el venerable doctor universitario autor del Anti-Hidalgo dice que la Universidad debería quitar a Hidalgo hasta el título de bachiller porque no merecía estar "ni debajo de las gradas por donde corren los albañiles y se expelen las inmundicias".

Por su parte el doctor Reygadas en sus Diálogos asevera que el principal jefe de la insurrección es un simple cura a quien llaman doctor sin serlo y añade: "Qué doctor ni qué calabaza... No ha creado la Universidad monstruos de esa clase”

Y no podía faltar la súplica al virrey por parte del rector de la Real y Pontificia Universidad de México para que "a nombre de ese ilustre claustro" hiciera circular la noticia en la "Gaceta" y el "Diario" para que entienda el público que "hasta ahora la Universidad tiene la gloria de no haber mantenido en su seno ni contado entre sus individuos sino vasallos obedientes, fieles y patriotas y acérrimos defensores de las autoridades y tranquilidad pública".

El imponente ejército se retiró de Irapuato el 27 de septiembre, y acampó en la hacienda de Burra, donde Hidalgo mandó una avanzada a Puentecillas y dirigió otra misiva el 28 de septiembre al intendente de Guanajuato, para que rindiera la plaza.

En Guanajuato, el intendente Riaño se disponía a defender la ciudad y decidía fortificarse en la Alhóndiga, habiendo publicado además un bando eximiendo del pago de tributo a los habitantes de la población.

Alhóndiga de Granaditas

Guanajuato, era la capital de la intendencia del mismo nombre, una de las ciudades más importantes de la Nueva España. Según la Enciclopedia de México, a principios del siglo XIX tenía 78 000 habitantes y fue entonces "el momento de máximo esplendor de la ciudad". Era un rico real de minas, la mina de La Valenciana daba la cuarta parte de la producción total de plata que México exportaba.

La Alhóndiga se había terminado de construir para depósito de semillas, en noviembre de 1809 por órdenes del "ilustrado" intendente. Las clases pudientes vivían con derroche, los ricos mineros habían alcanzado títulos nobiliarios como los marqueses de Rayas y de San Clemente, los condes de la Valenciana, de Casa Rul y de Pérez Gálvez. Era, según Humboldt en 1804: "admirable ver en este sitio salvaje grandes y hermosos edificios rodeados de las cabañas miserables de los indios".

Los insurgentes llegaron a Guanajuato cuando Riaño y los españoles ya estaban parapetados en el “castillo" de Granaditas. Las tropas libertarias doblegando una feroz resistencia tomaron el edificio el día 28, y con ello, toda la ciudad. El ejército libertador obtuvo la victoria en la primera confrontación violenta, donde abundaron acciones valerosas, como la legendaria, significativa de el "Pípila", Juan José de los Reyes Martínez, barretero de la mina El Mellado, quien protegiéndose la espalda con una losa se arrastró por las gradas hasta prender fuego a la puerta.

Se produjo una terrible matanza, y a pesar de los esfuerzos de los jefes insurgentes, la ciudad fue saqueada. La captura de la Alhóndiga revestía el significado de un símbolo semejante a aquella otra torna de la Bastilla en París... ahora el pueblo mexicano, conquistaba una fortaleza baluarte del despotismo y la opresión. La guerra emancipadora adquiría así el carácter de una rebelión de las masas secularmente explotadas, en contra de sus opresores.

A este histórico episodio asistió José Mariano Jiménez, nacido en San Luis Potosí en 1781 y destacado alumno del Colegio de Minería de México, con una partida de 3 000 hombres reunidos en Guanajuato. Hidalgo desde ese día le dio el título de coronel. Con Jiménez también combatieron otros egresados de Minería: Rafael Dávalos, Casimiro Chovell, Ramón Fabié y Vicente Valencia.

Después de esta importante victoria militar, el jefe de la insurrección ordenó la fabricación de cañones y la dotación de armas y municiones. Y seguro ya de que la Revolución contaba con la voluntad del pueblo, afirmó ante asombrados testigos que Fernando VII era un ente que no existía.

Hidalgo nombra autoridades, manda acuñar monedas. "Las masas que lo siguen lo ven como un santo o un iluminado... Los campesinos y trabajadores urbanos, sumidos en la opresión, la miseria y la falta de organización, no pueden proyectar por sí mismos la posibilidad revolucionaria. Entonces convierten a Hidalgo en la expresión de sus propios intereses, quien deja de fungir como criollo ilustrado y se convierte en portavoz de la conciencia popular.

Félix María Calleja

El capitán general de la insurgencia salió rumbo a La Valenciana el 12 de octubre, por el rumor de que se acercaba Félix María Calleja. Luego, retornó a Guanajuato y posteriormente, marchó de nuevo a la Valenciana y Mellado, y continuó de largo hasta Dolores. Del lugar de su antigua parroquia avanzó al norte y se detuvo en la hacienda de La Quemada. Después ordenó regresar a Guanajuato, dividiendo sus tropas en dos secciones: una marcharía por la cuesta de Calvillo, y la otra por Dolores, bajo sus propias órdenes. En su antiguo curato de la congregación o pueblo de Nuestra Señora de los Dolores, Hidalgo comisionó a Aldama para trasladarse a San Miguel a recoger pertrechos de guerra reunidos por la Junta, y que adelantara por Chamacuero hasta Celaya, donde esperaría al contingente principal. En el paraje Puerto Carrozas, cerca de Querétaro, las fuerzas libertarias sufrieron una derrota. Hidalgo regresó a Guanajuato el 6 de octubre, donde formó el gobierno, organizó dos cuerpos del ejército e incorporó a sus filas a los tres escuadrones del Regimiento del Príncipe.

Mientras tanto, el virrey y las autoridades locales ordenaron concentrar tropas realistas en las ciudades de Querétaro, San Luis Potosí Guadalajara y México. La primera, bajo el mando de Manuel de Flan, conde de la Cadena, la segunda, de Calleja, y la tercera, de Roque Abarca. La del Valle de México, jefaturada por Torcuato Trujillo.

El jefe de la insurrección recibió en Guanajuato un escrito de Maria Catalina Gómez de Larrondo, donde lo informa que había aprehendido al recién nombrado intendente de Michoacán Manuel Merino: al comandante de las armas, coronel Diego Garda Conde, al coronel conde de Casa Rul y el resto de la comitiva. Hidalgo envió inmediatamente una avanzada a Valladolid, bajo las órdenes del coronel José Mariano Jiménez y posteriormente, él y sus huestes salieron de Guanajuato el 10 de octubre. Hidalgo aprovechó el falso rumor de que tomaría Querétaro para dominar Valladolid.

Jiménez y Aldama se reunieron en Celaya, y de ahí siguieron para Acámbaro, Zinapécuaro e Indaparapeo, donde esperaron la llegada del caudillo y enviaron una intimación a los representantes del gobierno de Michoacán. En cambio, Hidalgo y Allende pasaron por Irapuato y Salamanca, después enfilaron al sur por el valle de Santiago y Salvatierra para salir a Acámbaro y marchar sobre Valladolid. En Indiparapeo se estableció la entrega incondicional de la ciudad.

El coronel Jiménez y sus fuerzas llegaron a la capital michoacana el 16 de octubre. El "padre de la patria" pasó por Charo y entró en Valladolid el 17. Huyeron de la ciudad funcionarios y algunos militares y religiosos, entre ellos el obispo Abad y Queipo y el joven militar Agustín de Iturbide. Con el regocijo de la gente del pueblo que simpatizaba con la insurrección entraron Hidalgo, Allende, Abasolo y Aldama al frente del ejército popular. Traían en calidad de prisioneros al intendente Merino y a los coroneles de Casa Rul y García Conde. Estos y otros españoles capturados en Valladolid fueron alojados en el Colegio de San Nicolás, habilitado como prisión. Hidalgo fue recibido con repiques de aquellas campanas, tan familiares a él, que a lo largo de veintisiete años de estancia en esa su querida ciudad, de su juventud y sus máximos lauros académicos, había escuchado diariamente. Hubo música y "demostraciones de júbilo, incontenibles y desbordantes". En las puertas de los templos, sustituyendo a los edictos de excomunión de Abad y Queipo, se hallaba fijado el decreto de anulación de los mismos firmado por el gobernador de la Mitra, canónigo Mariano Escandón y Llera, conde de Sierra Gorda.

Campaña de Miguel Hidalgo (1810 - 1811)

El movimiento insurgente lo secundaron numerosos alumnos y profesores del Colegio de San Nicolás que seguían al ilustre maestro y ex rector de esa antigua casa de cultura. Varios militares, oficiales y soldados se sumaron también a las filas insurgentes, integrándose a ellas el Regimiento de Infantería Provincial y el de Dragones de Pátzcuaro. No faltaron tampoco aquí los saqueos de casas y comercios españoles, pero Allende los cortó con energía.

Hidalgo nombra como intendente de Valladolid a José María de Ansorena, quien el 19 de octubre "En puntual cumplimiento de las sabias y piadosas disposiciones del Excmo. Sr. capitán general de la Nación Americana, doctor don Miguel de Hidalgo y Costilla" lanza el primer bando aboliendo la esclavitud y el pago de tributos de las castas: " ...prevengo a todos los dueños de esclavos y esclavas, que luego inmediatamente que llegue á su noticia esta plausible orden superior, los pongan en libertad... y no lo haciendo así los citados dueños de esclavos y esclavas, sufrirán irremisiblemente la pena capital y confiscación de todos sus bienes. Bajo la misma que igualmente se impone no comprarán en lo sucesivo ni venderán esclavo alguno, ni los escribanos... extenderán escrituras corrientes á este género de contratos, pena de suspensión de oficio y confiscación de bienes por no exigirlo la humanidad, ni dictarlo la misericordia. Es también el ánimo piadoso de su Exa. quede totalmente abolida para siempre la paga de tributos para todo género de castas... " Este documento de trascendencia histórica no aquilatada suficientemente, demuestra que Hidalgo luchaba por liberar a su patria y por cambiar las condiciones de vida de la clase explotada y que al mismo tiempo buscaba radicales reformas sociales.

A unos cuantos días (32) de iniciada la rebelión esta se convertía en una verdadera y auténtica revolución, pues con este decreto y los posteriores de Guadalajara, Hidalgo desde México se anticipaba a "Francia que prohibió la trata de esclavos en 1815, a Inglaterra que decretó la emancipación de los esclavos en 1833 y a Lincoln que proclamó la abolición de la esclavitud en 1863".

La toma pacífica de Valladolid acrecentó la fama de Hidalgo y fomentó el ingreso de más gente a la causa libertaria: llegado a la ciudad con 50 000 hombres, a su salida contaba con 80 000. Llevaba, además 114 000 pesos, comprobado por el recibo que el 19 de octubre de 1810 entregó al gobernador de la mitra y se conserva en el Archivo General de la Nación.

Pasaba el caudillo por Charo cuando lo alcanzó José María Morelos y Pavón, cura de Carácuaro. Marcharon juntos hasta Indaparapeo, donde Hidalgo "que fue su rector le dijo que la causa era justa" (juicio de la Inquisición), y lo comisionó para levantar armas en la tierra caliente, costa del Sur. Mientras Morelos que llegaría a ser el más insigne discípulo de Hidalgo se dirigía a Carácuaro, las tropas insurgentes cruzaban Zinapécuaro y llegaban a Acámbaro, donde una junta de oficiales acordó diversas promociones en el ejército: Hidalgo fue nombrado generalísimo; Allende, Capitán General; Jiménez, Juan José Díaz, Aldama, Mariano Balleza y Joaquín Arias, ascendidos a tenientes generales. Mariano Abasolo, Joaquín de Ocón, José María Arancivía y los hermanos Ignacio y José Antonio Martínez serían ya mariscales de campo. De consejero militar continuaría Ignacio López Rayón, talentoso abogado que formó parte del grupo de colaboradores directos del patricio, y posteriormente fue uno de los principales continuadores y sostenedores del movimiento.

Miguel Sánchez, Julián Villagrán y su hijo Francisco "Chito", con rápidas maniobras -mezcla de tácticas guerrilleras y vaqueras- pusieron en alarma a Huichapan, San Juan del Río y Querétaro, acciones que rompieron los planes de ataque de Calleja, retornando violentamente a la capital queretana, imposibilitando su auxilio a Torcuato Trujillo en Toluca y defender la capital de las huestes revolucionarias. De Toluca, el generalísimo avanzó hacia Tianguistengo donde permaneció todo un día, adelantando el siguiente al Monte de las Cruces.

El virrey giró órdenes imperativas a Trujillo para detener a los insurgentes, por lo que el jefe realista decidió parapetarse en el Monte de las Cruces, donde después de seis horas en la más sangrienta batalla por la independencia, fue derrotado por el ejército libertador el 30 de octubre. Mientras, en la capital de la Nueva España reinaba el pánico, el triunfante Hidalgo marchó a la Venta de Cuajimalpa. De aquí mandó una intimación al virrey Venegas el día 31, quien no la contestó. El cura no penetró en la ciudad como se esperaba. Las razones que dan los historiadores, son porque no contaba con suficientes pertrechos, su ejército había sufrido terribles pérdidas humanas y las fuerzas de Calleja y de Flon adelantaban velozmente hacia la capital y podrían haber quedado los insurgentes copados por las tropas virreinales. Por ello retrocedió al Monte de las Cruces, pasó por Lerma, Toluca, Ixtlahuaca y hacienda de Nixiní.

La marcha se reanudó para Arroyo Zarco, pero enterado Hidalgo que Calleja se aproximaba, entró en la población de San Jerónimo Aculco y se parapetó en una loma cercana, donde fue vencido el 7 de noviembre de 1810. Un ejército no muy numeroso, pero disciplinado y dotado de armas flamantes no pudo ser contenido por las grandes masas indígenas mal armadas y carentes de experiencia y táctica militares. Después de la derrota, la fuerza insurgente se dividió en dos secciones, una comandada por Allende, y la otra por Hidalgo. Allende y los principales jefes pasaron por Maravatío, Acámbaro, Salamanca, Irapuato, y llegaron a Guanajuato el 13 de noviembre. En cambio, el generalísimo y sus tropas cruzaron Celaya y Salamanca, llegando por segunda vez a Valladolid el 11 de noviembre, donde Hidalgo en contestación al edicto de la Inquisición y al firmado por Abad y Queipo, lanza un vibrante manifiesto "al pueblo", fechado en Valladolid el 15 de diciembre de 1810 y publicado en Guadalajara. Manifiesto en que el "padre de la patria" rechaza los cargos de herejía que se le imputan, justifica su acción revolucionaria y plantea por primera vez el sistema de gobierno que pretende adoptar.

"Todos mis delitos traen su origen del deseo de vuestra felicidad, si éste no me hubiese hecho tomar las armas, yo disfrutaría una vida dulce, suave y tranquila; yo pasaría por verdadero católico, como lo soy y me lisonjeo de serlo; jamás habría habido quien se atreviese a denigrarme con la infame nota de la herejía... ¿Quién creería, amados conciudadanos, que llegase hasta este punto el descaro y atrevimiento de los gachupines? ¿Profanar las cosas más sagradas para asegurar su intolerable dominación? Abrid los ojos, americanos; no os dejéis seducir de nuestros enemigos. Ellos no son católicos, sino por política: su Dios es el dinero, y las conminaciones sólo tienen por objeto la opresión. ¿Creéis, acaso, que no puede ser verdadero católico el que no esté sujeto al déspota español? ... Ellos no han venido sino por despojarnos de nuestros bienes, por quitarnos nuestras tierras, por tenernos siempre avasallados bajo de sus pies... Establezcamos un congreso que se componga de representantes de todas las ciudades, villas y lugares de este Reino, que, teniendo por objeto principal mantener nuestra santa religión, dicte leyes suaves, benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada pueblo... ".

El proclamador de la independencia reorganizó el ejército y para dar solvencia económica al movimiento libertario, mandó acuñar monedas con las iniciales P.V. troqueladas, que significaban "Provisional-Valladolid". Después de escuchar varias denuncias, ordenó que cierto número de prisioneros españoles, ensoberbecidos enemigos de la insurgencia y sospechosos partícipes de un complot para seducir a la tropa y entregar la plaza a Calleja, fueran pasados por las armas.

La rebelión triunfaba en otros sitios: José Rafael Iriarte tomaba Zacatcas; Luis de Herrera, San Luis Potosí; José María Mercado, Tepic y posteriormente, el puerto de San Blas. JoséAntonio Torres (hijo), Rafael Arteaga Colima y José María Morelos y Pavón abrillantaban la revolución en los poblados del sur.

Calleja y Flon vencieron a Allende en Guanajuato y lo obligaron a salir de la ciudad el 24 de noviembre. "El furor de Calleja no tuvo límites mandó tocar a degüello, orden bárbara que no respetó niños inválidos ni mujeres... Todavía en plazas públicas se levantaron horcas en las que murieron, a decenas los habitantes de Guanajuato".

Hidalgo prosiguió su marcha por Izícuaro, Zamora -elevada a ciudad por mandato suyo-, San Pedro Tlaquepaque y Guadalajara, a donde llega el 26 de noviembre. La capital de la Nueva Galicia, entonces con 45 000 habitantes, lo recibe engalanada. "Con Hidalgo iban las fuerzas de caballería, las autoridades civiles y eclesiásticas la artilleria.... el intendente José María Chico, la representación de la Audiencia y el Ayuntamiento y la gran masa popular deseosa de conocerlo".  Entre quienes lo recibieron se encontraba el doctor Juan José Moreno, rector del Colegio de San Nicolás y su maestro en sus días de estudiante.

El libertador retira retratos de Fernando VII; a la Audiencia la denomina nacional y ya no real, y al palacio de gobierno también lo llama nacional. Organizó un gobierno revolucionario con 2 ministerios: uno de Gracia y Justicia, que encomendó a José María Chico, y el de Estado y Despacho lo confió a Ignacio López Rayón. Ratificó en su cargo de tesorero general a su hermano Mariano y despachó al guatemalteco Pascasio Ortiz de Letona en misión diplomática a los Estados Unidos; pero a este su imprudencia lo pierde y, aprehendido en Molango, Huasteca potosina, se suicida apurando un veneno.

Establecido el "reciente gobierno" Hidalgo publica bandos y proclamas en número suficiente para hacerlos circular en casi toda la Nueva España, salidos de las prensas de la imprenta que dispone, convertida en arma idealizada de la insurgencia.

El Hidalgo libertador, José Clemente Orozco

El 29 de noviembre, recién llegado a Guadalajara, da un bando que declara: "...siendo contra los clamores de la naturaleza, el vender a los hombres, quedan abolidas las leyes de la esclavitud, no sólo en cuanto al tráfico y comercio que se hacía de ellos, sino también por lo relativo a las adquisiciones; de manera que conforme al plan del reciente gobierno, pueden adquirir para sí como unos individuos libres al modo que se observa en las demás clases de la república... deberán los amos, sean americanos o europeos, darles libertad dentro del término de diez días, so la pena de muerte...".

Otro importantísimo, es del 5 de diciembre, donde campean sus ideas agrarias: "Por el presente mando á los jueces y justicias del distrito de esta capital que inmediatamente procedan á la reanudación de las rentas vencidas hasta el día por los arrendatarios de las tierras pertenecientes a las comunidades de los naturales, para que enterándolas en la caja nacional se entreguen a los referidos naturales las tierras para su cultivo, sin que para lo sucesivo puedan arrendarse, pues es mi voluntad que su goce sea únicamente de los naturales en sus respectivos pueblos". Este documento agrario, primero en su género, fue expedido por Hidalgo en su lucha por acabar con el acaparamiento de tierras y desigualdades económicas que reinaban en los campos novohispanos. Todavía al día siguiente, el 6 de diciembre, para dar mayor empuje a sus determinaciones, ratificó la abolición de la esclavitud y del pago de tributos de las castas:

"Que todos los dueños de esclavos deberán darles la libertad dentro del término de diez días so pena de muerte, que se les aplicará por trasgresión de este artículo... Que cese para lo sucesivo la contribución de tributos respecto de las castas que lo pagaban y toda exacción que a los indios se les exigía". "Que en todos los negocios... se haga uso de papel común quedando abolido el del sellado".

Allende, sobrecargando la derrota de Guanajuato, enfiló por el mineral de Chichíndaro, villa de San Felipe, Aguascalientes y entró en Guadalajara el 9 de diciembre, donde se reunió al generalísimo. En esos días, el 20 de diciembre, apareció en Guadalajara el primer periódico insurgente: "El Despertador Americano", publicado por dos distinguidos letrados, Francisco Severo Maldonado y José Angel de la Sierra. Ante un inminente ataque realista se acordó pasar revista a la tropa en San Pedro Tlaquepaque. Hidalgo y el ejército salieron de Guadalajara el 14 de enero de 1811, atravesaron La Laja, Zapotlanejo y acamparon cerca del Puente de Calderón, donde después de encarnizado combate fueron vencidos el 17 de enero. Esta batalla habría de decidir la suerte de la etapa inicial de la guerra de independencia "Seis horas duró la acción del Puente de Calderón y cuando parecía ganada por los insurgentes... Una granada cayó en un carro de municiones situado en medio de la división insurgente... El pánico cundió entre los insurgentes que se desbandaron en distintas direcciones... el combate que había sido dirigido por Allende, se decidió en favor de los realistas... ".

En fatigosas jornadas el diezmado ejército cruzó por la hacienda de San Pedro, Tlacotos, Guadalupe y penetró en Zacatecaso. Otra estampa protagoniza José Mariano Jiménez: derrotó a Cordero en Aguanueva y a Ochoa en el puerto del Carnero, dominando Monterrey, Monclova, Saltillo, Parras, el valle de Matehuala y Cedral, Presidio de Río Grande y Real del Catorce, donde acuña buena cantidad de monedas.

Juan Bautista Casas lograba en tanto incorporar a la órbita insurgente varias poblaciones de la provincia de Texas. A raíz de estos sucesos los libertadores salieron de Zacatecas a principios de febrero para dirigirse a Saltillo. En las inmediaciones, el paraje Santa María, donde pernoctan el 16 de marzo de 1811, se les presentó el corpulento Bernardo Gutiérrez de Lara, comerciante de la villa de Revilla (ahora Ciudad Guerrero, Tamaulipas). Por su vivo entusiasmo y decisión se le entrega el despacho de teniente coronel y de General en Jefe de la Nación en las Provincias del Norte, dándosele instrucciones de avivar la revolución en las cinco villas septentrionales: Laredo, Revilla, Mier, Camargo y Reynosa. Además se le nombra embajador en los Estados Unidos, pues estaban notificados que el licenciado Ignacio Aldama y su secretario fray Juan de Salazar quienes cumplían la misma comisión, habían sido arrestados en Béxar por el contrarrevólucionario y subdiácono Zambrano y trasladados a Monclova, eran sujetos a proceso para ser sacrificados.

Cuando los caudillos se instalaron en la capital coahuilense el 17 de marzo, se legalizó el traspaso del poder militar del cura a Allende, y se ordenó a Ignacio López Rayón permanecer en la ciudad al cuidado de los caudales del gobierno insurgente y de buena parte de la tropa. En Saltillo, Hidalgo y Allende rechazaron el indulto expedido por las Cortes Generales Extraordinarias de España, que les fue enviado por conducto del comandante José de la Cruz con la autorización del virrey, indulto al que dieron esta gallarda respuesta: "D. Miguel Hidalgo y D. Ignacio Allende, jefes nombrados por la nación mexicana... no dejarán las armas de la mano hasta no haber arrancado de la de los opresores la inestimable alhaja de su libertad... "El indulto señor Excelentísimo es para los criminales, no para los defensores de la patria...”

Bandera del Ejército Insurgente

Los jefes insurgentes decidieron viajar a la frontera de los Estados Unidos para obtener armas. Además, deseaban finiquitar la conjuración originada en Monclova y el movimiento contrarrevolucionario fomentado en San Antonio de Béxar, capital de la provincia de Texas.

Partieron de Saltillo el 16 de marzo y avanzaron por el Espinazo de Ambrosio o del Diablo, La Joya y llegaron a Acatita de Baján o Norias de Baján -desde entonces Lomas del Prendimiento-, donde un oscuro capitán, Ignacio Elizondo, mediante un engaño, a traición capturó a Hidalgo, Allende, Aldama, Jiménez, Abasolo y a centenas de insurgentes el 21 de marzo. Al tratar de resistir, fue muerto el joven Indalecio, hijo de Allende, y también el teniente general Joaquín Arias al pretender agredir a Elizondo.

Se tomaron providencias para trasladarlos de inmediato a Monclova. Aquí fueron fusilados los coroneles Malo, Mascareñas, Dominguez y muchos más, mientras que a los sobrevivientes se les sometió a exhaustivos interrogatorios y torturas. A diario se ordenaba el fusilamiento de algunos prisioneros. Ahí fueron remachados los grilletes de Hidalgo, Allende, Aldama, Abasolo y Jiménez. Rayón, al enterarse de lo acontecido, salió de Saltillo el 26 de marzo, rebasando Aguanueva, Puerto de Piñones, Zacatecas, hasta establecerse en Zitácuaro, su orgulloso bastión donde más tarde formó la Suprema Junta Nacional Americana que sería por varios años el centro rector de la insurgencia.

Los caudillos y oficiales de mayor jerarquía fueron llevados a Monclova a la villa de Chihuahua. Atados, con grillos y esposas recorrieron las áridas y desérticas regiones norteñas. Grandes penalidades soportaron casi un mes: Parras, Alamos, Durango y Bolsón de Mapimí se convirtieron en angustiosas imágenes de su recorrido hasta alcanzar Chihuahua el 23 de abril.

Allende, Aldama y Jiménez, sujetos a oprobiosos interrogatorios fueron luego juzgados por una corte militar. Al cabo de dos meses de prisión -sufriendo la befa y humillación de la soldadesca realista- los fusilaron y decapitaron el 26 de junio en la Plazuela de los Ejercicios. Anteriormente habían sufrido la última pena el mariscal Francisco Lanzagorta, Mariano Hidalgo, hermano de don Miguel, y su también pariente el coronel José Santos Villa.

Una pirámide de saña fue descargada sobre Hidalgo que había conmovido hasta sus cimientos el sistema colonial, liberando esclavos y entregando tierras, pues era rector de una revolución popular radicalizada. Por lo tanto se hizo imperativo castigar en forma ejemplar al líder rebelde, al conductor de almas, al intelectual progresista.

El martirio fue lento y pleno de torturas y vejaciones. Del 7 al 9 de mayo, a mañana y tarde, el alférez Angel Abella interrogó a Hidalgo para formar el proceso. Declaró el caudillo haber creído siempre que la independencia sería útil y benéfica para el país; que concibió el proyecto de realizarla cuando Allende le aseguró que ya contaba con sobrados elementos; que en efecto levantó ejércitos, fabricó armas, acuñó monedas, nombró jefes, lanzó manifiestos y envió un agente diplomático a Estados Unidos; que sí ordenó la matanza de españoles presos en Valladolid, Guadalajara y otras ciudades; que no ejerció la función eclesiástica en el curso de la revolución porque se consideraba inhábil para ello; que no tomó de las iglesias objetos sagrados para financiar el movimiento; que no recibió sugestión ninguna de Napoleón Bonaparte ni de sus agentes para promover la insurrección; y que sus acciones estuvieron fundadas en "el derecho que todo ciudadano tiene cuando cuando cree que la patria está en riesgo de perderse.

El Tribunal de la Inquisición, a su vez, que había archivado la denuncia formulada contra Hidalgo en 1800, reanudó la causa en septiembre de 1810, y el 7 de febrero de 1811 el doctor Manuel de Flores, inquisidor fiscal, presentó formal acusación en su contra fundándose en cincuenta y tres cargos. El 10 de junio siguiente, por requerirlo así el procedimiento del juicio mixto que se le seguía, el acusado contestó en un largo escrito de doce puntos, con lo cual quedaron agotadas las averiguaciones. El licenciado Rafael Bracho, en su carácter de auditor, formuló el dictamen, que presentó al comandante Salcedo el 3 de julio, en el sentido de que Hidalgo era reo de alta traición y mandante de alevosos homicidios, debiendo morir por ello, previa la degradación eclesiástica... ejecutaron esa sentencia entre las 6 y las 7 de la mañana del 29 de julio, conforme a las reglas prescritas en el Pontifical Romano.

Consumada la degradación, Abella hizo poner a Hidalgo de rodillas y le leyó la sentencia de muerte pedida por el tribunal militar y pronunciada el día 26 por el comandante Salcedo... A la hora del alba del 30 de julio de 1811 el padre Juan José Baca impartió a a Hidalgo los últimos auxilios espirituales de su religión.

En los muros de la celda había escrito Hidalgo dos décimas, dedicadas a Melchor Guaspe, el alcalde de la prisión, y a Miguel Ortega, su carcelero. Los doce soldados que ejecutaron la sentencia de muerte estuvieron a las órdenes de Armendáriz... El cadáver del héroe fue expuesto al público en una silla sobre una tarima, a la derecha de la puerta principal del ex Colegio de la Compañía, hoy Palacio de Gobierno de Chihuahua, frente a la plaza. Al oscurecer, se le introdujo al edificio, se le tendió en un tablón, ya una orden de Salcedo un indio tarahumara le cortó de un solo tajo la cabeza con un machete". El fornido tarahumara recibió en pago $25.00 entregados por el comandante Nemesio Salcedo que dirigió la ejecución.

Las cabezas de los jefes insurgentes, dentro de jaulas de hierro, las colgaron en los cuatro ángulos de la Alhóndiga de Granaditas. Aunque la muerte del benemérito "padre de la patria" y de otros caudillos minaron el movimiento emancipador, la revolución persistió

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