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La Independencia de México V, Consumación

La Independencia de México, Juan O'gorman

Consumación de la independencia

Grupos guerrilleros no dejaban de hostilizar a las fuerzas virreinales. Si bien unos desaparecían otros surgían; persistían Olarte y Victoria en Veracruz, Torres en el Bajío, los Ortices o "Pachones", y "el Giro" o Andrés Delgado, en Guanajuato, el padre Sánchez en Puebla, y Pedro el Negro a las Puertas de México en el Ajusco, y con ellos, el invicto Vicente Guerrero, ejemplo de tenacidad revolucionaria y fortaleza de carácter, heredero legítimo de Hidalgo, fiel lugarteniente de Morelos y aventajado discípulo de Galeana, con quienes participa en la lucha desde 1810.

Hermenegildo Galeana

Vicente Guerrero nació en Tixtla, en 1782. Arriero por tradición familiar hasta los 28 años, acude al llamado del gran Morelos al cuartel de El Veladero, donde es incorporado a las fuerzas del aguerrido Hermenegildo Galeana.

En febrero de 1812 con el grado de capitán defiende Izúcar de los embates realistas, incursiona por la región meridional de Puebla, acompaña a Morelos en la toma de Oaxaca y recorre la costa de Tehuantepec. En 1814, después de la derrota de Valladolid y desaparecidos Matamoros y Galeana, Morelos lo nombra general encargado de levantar el sur. Seguramente por indicaciones del propio Morelos o por su intuición militar adopta la táctica de las guerrillas, que lo hace invencible.

De Coahuayutla se encamina a la Mixteca acompañado solamente de su ordenanza. Llega a Zilacoayapan y luego de instalarse en Xocomatlán, forma y organiza un ejército reducido, conduciéndolo a varios triunfos hasta lograr dominar la Baja Mixteca en 1815, con la valiosa ayuda del negro Juan Carmen. Sitia a Tlapa, pero recibe la orden de dirigirse a Izúcar simultáneamente a la tragedia de Temalaca donde es aprehendido Morelos. Sale al encuentro del Congreso y lo escolta hasta Tehuacán, retornando a las montañas del sur para establecer su cuartel de operaciones en Xonacatlán.

En septiembre de 1815 en Alcozauca anuncia: "Tengo la gloria de haber prestado juramento a la sabia Constitución del verdadero Supremo Gobierno Americano”. Guerrero se preocupó siempre por sostener el gobierno revolucionario, por eso reorganiza y da nueva vida a la antigua Junta heredera de la Jaujilla, que con el nombre de Zárate es casi disuelta en junio de 1818. Gracias a su apoyo se reorganiza el Superior Gobierno Republicano, que subsiste hasta 1820 y fue conocido también como junta del Balsas. Guerrero la apoya en su calidad de "el más leal; el más constante y el más adicto a la causa de la República".

Guerrero -noticia Carlos María de Bustamante- padece todo género de trabajos y privaciones por espacio de seis años en los bosques y cañadas, burlando la tenaz persecución de las experimentadas tropas y oficiales gobiernistas; logra reunir una fuerza de 4 000 soldados en una extensión de más de doscientas leguas, los disciplina, arma, sitúa en los más apropiados puntos militares, y con ellos robustece la decisión de consumar la independencia mexicana.

Armijo, comandante de la División del Sur, es el encargado de acosarlo por un lustro, pero Guerrero tan pronto desaparecía de la mira de las armas realistas se internaba en la serranía al frente de unos cuantos soldados, llegaba a la Costa Grande y retornaba para sorprender a las avanzadas de Armijo cuando menos lo esperaban. En 1819 derrotó al ensoberbecido comandante en Tamo y después en Zirándaro. Con su lugarteniente Pedro Ascencio dominaba Coyuca, Ajuchitlán, Santa Fe, Tetela del Río, Huetamo, Cuauhlotitlán, instalando la Junta de Gobierno en Tecpan. En esos días divide su ejército en tres columnas: la de Bedoya hacia Valladolid, la de Montes de Oca, a Acapulco, y el propio Guerrero encabeza la que va rumbo a Chilapa.

Vicente Guerrero

Este era el milagro operado por Guerrero. Nueve años de lucha enconada, violenta, seguido por muchos o por pocos, pero sin desmayar, sin rendirse a las adversidades, sin dar oídos a las promesas y los ofrecimientos de las autoridades virreinales y sucumbir tampoco, a las súplicas familiares.

Sin embargo, ninguno de los dos jefes logra vencer al rival, la guerra se estabiliza y surge una curiosa relación entre ambos, que mueve a Guerrero a sugerirle a Armijo y posteriormente a Moya, su subordinado -según el historiador Lemoine-, un plan similar al de Iguala, propuesto seis meses después por Iturbide. En ese plan propone al comandante realista, el 17 de agosto de 1820: "...abrazar mi partido y trabajar por la libertad mexicana, no como subalterno mío, sino como mi jefe". El supuestamente "rústico" Guerrero preveía con toda claridad la salida que las circunstancias imponían para lograr la independencia, la alianza con el ejército virreinal, que en esa época era la fuerza más poderosa del país, con 80 000 hombres sobre las armas.

A diez años de iniciada la revolución todos en la Colonia estaban de acuerdo en que era imperiosa la independencia, pero cada clase social tenía su fórmula particular de concebirla. El alto clero se consideraba afectado por ciertas medidas, como la concentración de los fondos piadosos en la metrópoli. Los criollos suspiraban por ella, pues desde septiembre de 1810 era mayor el menosprecio y la discriminación que padecían. Otros sectores, especialmente el de propietarios, también la apoyaban porque al comercio cada día lo agobiaba más el contrabando y la piratería inducidos por Inglaterra, Francia y Holanda. Este grupo formado por el clero, latifundistas, comerciantes, oficiales del ejército, reclamaban la independencia, pero conservando el régimen social establecido, con sus fueros y privilegios.

La otra clase social, aquella que hizo la revolución y aportó su vida mayoritariamente por la causa de la independencia, la formada por esclavos, mestizos, indios, negros, mulatos, campesinos, rancheros y la pequeña burguesía intelectual, que encabezaron Hidalgo, Morelos y Guerrero, exigía una verdadera transformación social: demoler el régimen colonial, expulsar a los españoles, destruir el sistema de explotación feudal, abolir la esclavitud, suprimir fueros y privilegios, establecer las libertades individuales y un congreso representativo del pueblo.

La agricultura en México

Los años de lucha insurgente habían ya minado sensiblemente la economía novohispana: agricultura, ganadería, industria, comercio interno y externo, encontrábanse en crisis. Incluso la minería, piedra angular de la riqueza virreinal, estaba en quiebra. Las condiciones económicas y sociales ya imponían como única medida reanimadora de los intereses coloniales, la independencia.

Y cuando el gobierno se jactaba de tener controlada la situación, un acontecimiento en la capital española alteró el panorama de la aparentemente pacificada Nueva España: los generales Rafael del Riego y Antonio Quiroga encabezaron un alzamiento popular en 1820 para reimplantar la Constitución de 1812, que limitaba el poder despótico del rey, restablecía el orden constitucional y la libertad de imprenta. suprimía el fuero eclesiástico y el Santo Oficio, reducía los diezmos, abolía todas las órdenes monásticas y ponía en venta los bienes de la Iglesia. El movimiento tuvo tal fuerza que Fernando VII se apresuró a jurar nuevamente la Constitución.

Con el propósito de impedir que rigieran los mandatos constitucionales en la Colonia, un grupo de aristócratas y privilegiados dirigidos por el canónigo Matías de Monteagudo, trabajó en la conjura del oratorio de San Felipe Neri de Mexico (antiguo templo de La Profesa), pero se desintegró cuando la presión popular obligó al virrey a jurar la Constitución el 31 de mayo de 1820 y que por bando se promulgara en todas las provincias.

Agustín de Iturbide

Los conspiradores de La Profesa requerían un caudillo militar: éste seria Agustín de Iturbide, criollo y acérrimo enemigo de los insurgentes. Nacido en Valladolid el 27 de septiembre de 1783, pertenecía a una familia de ricos terratenientes. Estudió en el Seminario Tridentino de esa ciudad y al optar por la milicia obtuvo el grado de alférez en el regimiento provincial vallisoletano, por algún tiempo acantonado en Jalapa. De regreso a Valladolid en 1809 contribuyó a la detención de los conjurados independistas y siempre se distinguió por combatir con saña a los revolucionarios. Derrotó a Morelos con funestas consecuencias en Valladolid en 1813, victoria que le valió su ascenso a coronel y el mando del distrito militar de Guanajuato. Sus triunfos sobre los patriotas insurgentes los premia el temido Calleja nombrándolo jefe del ejército del norte. "No se distinguió en la guerra por su misericordia y probidad. Como dice Alamán, deslució sus triunfos con mil actos de crueldad y con el ansia de enriquecerse por todos los medios. Los tráficos ilícitos a que se dedicó y las extorsiones de que hizo objeto a comerciantes y agricultores motivaron reiteradas denuncias contra él, a causa de las cuales fue suspendido en sus funciones".

A la renuncia de José Gabriel de Armijo, por la presión de los conjurados de La Profesa, el virrey Apodaca designó a Agustín de Iturbide comandante general del sur del rumbo de Acapulco, el 9 de noviembre de 1820, recomendándole que pusiera en juego cuantas cartas fueran de su arbitrio para convencer a Vicente Guerrero y Pedro Ascencio de aceptar un generoso indulto. La autoridad de Iturbide abarcaba desde los distritos de Taxco e Iguala hasta la costa del Pacífico. Una vez obtenidos recursos, armas y bagaje suficientes para emprender la guerra del sur, se estableció en Teloloapan y ordenó cercar la zona. Los realistas ocupaban al norte, Zacualpan, Cuernavaca y Cuautla; al poniente, Tejupilco, Sultepec y Temascaltepec; al oriente, Ometepec, Tlapa y la Mixteca Alta, y vigilaban además, el curso del Mezcala y del río Cutzamala hasta su confluencia con el Balsas. Otros regimientos dominaban Acapulco, Tixtla, Chilapa y Teloloapan, constituído en cuartel general.

El 28 de diciembre de 1820, Ascencio derrotó cerca de Tlatlaya a la retaguardia del ejército y el 2 de enero de 1821, Vicente Guerrero rompió el sitio de Zapotepec cortando la línea realista y destrozando el batallón del sur. El 25 de enero Ascencio volvió a derrotarlo cerca del pueblo de Totomaloya, y dos días después, Guerrero se alzó con una nueva victoria en el paraje llamado Cueva del Diablo. Estas acciones militares fueron las últimas registradas en el área meridional guerrerense.

Contando con el apoyo de la oligarquía criolla, que deseaba la independencia de la Nueva España para no perder sus privilegios al regir la Constitución, y ante la imposibilidad de someter a Vicente Guerrero y su temerario lugarteniente Pedro Ascencio, Iturbide cambió radicalmente de táctica, y se empeñó en buscar un entendimiento con el irreductible jefe de la revolución, que remiso y desconfiado, accedió a entrevistarse por vez primera con el comandante realista el 14 de marzo de 1821 en Teloloapan para jurar la independencia, como Tomás de Cajigal refiere al virrey en carta del 18 de ese mes.

El Abrazo de Acatempan

Al siguiente día 15, en el pueblo de Acatempan, Iturbide y Guerrero ratificaron su pacto de luchar conjuntamente por la independencia nacional.

Guerrero hábilmente otorgó su apoyo decidido e incondicional y disimuló renunciar a los ideales proclamados por Hidalgo y Morelos, entendido de que las fuerzas insurgentes no eran capaces de lograr los fines ambicionados. Si aceptó esta alianza fue para obtener con ella, aunque de manera indirecta, el triunfo de la revolución de independencia.

Iturbide, confiado en la adhesión de Guerrero y de los principales jefes militares, proclamó el 24 de febrero de 1821 el Plan de Iguala, que de facto hizo independiente a la Nueva España con un régimen monárquico moderado constitucional, la religión católica como única del estado, la conservación del clero regular y secular con todos sus fueros y propiedades, la designación como emperador de Fernando VII o, en su defecto, de otra persona de la casa reinante que estimara conveniente el Congreso, la creación de una Junta Gubernativa, encabezada por el virrey, que hiciera cumplir el Plan y convocar a Cortes que tuvieran a su cuidado redactar la Constitución, y decidir si la Junta debería continuar en sus funciones gubernativas o ser sustituida por una regencia, en tanto se coronaba el agraciado. Prevenía, igualmente, el sostenimiento del gobierno por el Ejército Imperial Mexicano de las Tres Garantías (independencia, religión, unión), y que todos los habitantes de la Nueva España sin excepción, tendrían opción a cualquier empleo.

El Plan muy lejos quedaba de ser la expresión de las demandas del movimiento popular, debilitado entonces. Mantiene inalterable la estructura colonial y los privilegios de los antiguos contrarrevolucionarios y ahora independentistas por temor a la orientación liberal de la metrópoli. Conserva los fueros y propiedades del clero y asegura el monopolio exclusivo de la religión católica. Garantiza que el régimen de propiedad de la tierra no será modificado y asegura a los españoles sus empleos públicos.

Plan de Iguala

En un manifiesto que acompañó al Plan, Iturbide alude en forma denigrante a Hidalgo y su revolución: "Esta misma voz que resonó en el pueblo de Dolores, el año de 1810 y que tantas desgracias originó... por el desorden, el abandono y otra multitud de vicios... ¡Y quien pondrá duda en que después de la experiencia horrorosa de tantos desastres, no haya uno que deje de prestarse a la unión...”

A mediados del mismo mes de febrero, en una atmósfera de inquietud política, salieron a Madrid los recién electos diputados novohispanos a Cortes.

Apodaca puso fuera de la ley a Iturbide, prendiéndose la lucha entre tropas leales al rey y el Ejército Trigarante, donde militaban antiguos insurgentes y realistas. Incluso, oficiales francmasones del regimiento expedicionario español, difundiendo las ideas libertarias combatieron al régimen colonial.

El antiguo despotismo ofuscaba todavía algunas cabezas en su agonizante sacudimiento. Enemigos irreconciliables de los insurgentes repulsaron el Plan de Iguala, ente ellos "el carnicero" Joaquín de Arredondo, en las Provincias Internas de Oriente; José de la Cruz, opresor de la Nueva Galicia (Jalisco); el inspector general Pascual Liñán, José Gabriel de Armijo, Ciriaco de Llano, el temible intendente de Puebla; el brigadier Melchor Alvarez, el ensoberbecido Manuel de la Concha.

Otros, que habían combatido implacables a los revolucionarios, se aprestaron a incorporarse al Ejército de las Tres Garantías, entre ellos Bustamante, Santa Ana, el brigadier Pedro Celestino Negrete, el mariscal de campo Alejo García Conde, comandante de las Provincias Internas de Occidente.

Iturbide confió a Guerrero el sur, mientras él se dirigía al Bajío y Michoacán. Al mismo tiempo, en Veracruz, Guanajuato, Michoacán, Puebla, Querétaro, Durango y Zacatecas, estallaba de nuevo la guerra. El movimiento se extendió por todo el país. En pocos días, el Ejército Trigarante dominó las ciudades de Valladolid, Guadalajara y Puebla.

Las medidas represivas de Apodaca no dieron buenos resultados, por el contrario, impulsaron la oposición. El 15 de julio de 1821 los españoles de la clase alta y los soldados expedicionarios derribaron al virrey, quedando al mando de la ciudad el mariscal Francisco Novella, que en una proclama acusó a Ciriaco de Llano de "intriga, traición y cobardía" por haber rendido Puebla a Bravo y Herrera. Iturbide ya preparaba su entrada en la capital, cuando se enteró de la llegada de un nuevo gobernante virreinal.

Juan O'Donojú

El 3 de agosto de 1821 arribó a Veracruz Juan de O'Donojú, liberal español nombrado capitán general y jefe superior político de la Nueva España, quien se dio cuenta de la situación imperante en el el país, ya que exceptuando la capital colonial, parte de Veracruz, Durango, Chihuahua y Acapulco, toda la Colonia estaba en manos de los trigarantes.

O'Donojú envió cartas a Iturbide, quien se encontraba en Puebla, y ambos acordaron dirigirse a la villa de Córdoba a celebrar una entrevista. De estas pláticas surgieron los Tratados de Córdoba el 24 de agosto de 1821, que finiquitaron el dominio español en México. Sus principios fundamentales establecían: Se reconocía la independencia de la Nueva España, que en lo sucesivo se llamaría Imperio Mexicano; el régimen sería monárquico constitucional moderado; se designaría como emperador a Fernando VII o algún miembro de la dinastía reinante española, o en su defecto, las Cortes del imperio nombraban al gobernante; la creación de una Junta Provisional Gubernativa, compuesta por Juan de O'Donojú y ciertos hombres "notables" del imperio, que elegiría al presidente y la regencia integrada por tres personas depositarias del poder ejecutivo, y las Cortes, desempeñarían el legislativo.

Los tratados ratifican el Plan de Iguala aunque modificando algunas cláusulas. Una de ellas, la más sustancial, alienta las ambiciones de Iturbide, que más tarde lo llevarían a su efímero reinado. Esa cláusula facultaba a las Cortes a nombrar nuevo monarca en caso de no aceptar Fernando VII. A la nación se le da el nombre de Imperio Mexicano en vez del de América Septentrional, previsto en el Plan. Y se otorga un puesto en la Junta provisional a O'Donojú.

El 23 de septiembre de 1821 gracias a la mediación de O'Donojú, Novella y sus tropas salieron de la ciudad. Cuatro días después, Iturbide al frente del Ejército de las Tres Garantías entraba triunfante en la capital. La guerra de independencia llegaba a su fin, pero el proceso revolucionario y popular no terminaba, había que continuar con el movimiento de liberación nacional.

Esta no era la independencia anhelada por Hidalgo y Morelos y por la que había luchado el pueblo a lo largo de once años. El ejército, el clero y los terratenientes le arrebataban sus banderas. Fue, como lo expresó Melchor Ocampo, "la primera transacción de nuestra política".

La consumación de la independencia

Al consumarse la independencia y mantener los fueros y privilegios de las clases dominantes, al no haberse consumado en su verdadero contenido social, de justicia y transformación profunda del régimen de explotación feudal, la revolución continuó en el acto mismo de haber sido consumada formalmente, con un ropaje jurídico y político. El impulso transformador de la revolución de independencia desgarraría la envoltura conservadora de su consumación y mantendría encendido el fuego de la lucha por un estado libre y democrático.

 

 

 

 

 

Fuente: La Independencia de México, Atlas Histórico

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