Atractivos Turísticos de México

Por acá para buscar Códigos postales o Claves LADA.

El Posclásico Tardío (1168 – 1521)

Tollan-Xicocotitlan sufrió un colapso político y padeció cierta violencia antes de ser abandonada, hacia el año 1168. Parece imposible separar los aspectos míticos (como la lucha de Quetzalcóatl contra Tezcatlipoca) y legendarios (la huida de Quetzalcóatl hacia el oriente, con la idea de volver algún día al reino del cual se le expulsaba) del relato histórico del fin de Tula. Es muy probable que los reyes de los toltecas hayan llevado, en efecto, el nombre de Quetzalcóatl, a la manera de un título, y también es muy probable que se haya producido una división entre los dos componentes del grupo dirigente en Tula: los nonoalcas y los tolteca-chichimecas. La partida de los nonoalcas puede haber desacreditado a los tolteca-chichimecas, tras lo cual habrían venido la inestabilidad y la crisis. La evidencia arqueológica indica que hubo destrucciones e incendios, y finalmente un abandono de la ciudad, hacia fines del siglo XII. Se trataría de un colapso comparable al teotihuacano, pero más abrupto y definitivo.

La restauración tolteca y el ingreso masivo de chichimecas.

Tras abandonar su ciudad, numerosos contingentes toltecas buscaron refugio en otras localidades. Algunos linajes nobles, acompañados por comunidades de artesanos y comerciantes y apoyados por cierta fuerza militar, ocuparon las ciudades de Culhuacán, en el Valle de México, y Cholula, en el Valle de Puebla-Tlaxcala, y se hicieron del poder en ambas. Así instauraron dos nuevas Tulas en las cuales siguió gobernando el linaje de Quetzalcóatl. Por haber sido Culhuacán el sitio de refugio de la nobleza tolteca en el valle, se utilizó, durante el Posclásico tardío, la denominación de culhua para hacer alusión al linaje de los toltecas.

Así pues, la crisis y el abandono de Tula no condujeron a la extinción de su tradición. De un modo aún más inmediato que el observado tras la caída de Teotihuacán, la tradición tolteca se preservó y vinculó con nuevos reinos. El nexo entre Culhuacán y Cholula se hizo muy estrecho. El primer rey tolteca de Culhuacán, Xiuhtémoc, casó a su hijo, Náuhyotl, con Iztapantzin, hija del primer señor tolteca de Cholula. Náuhyotl habría sido el primero en detentar el título de rey culhua y uno de los artífices de la restauración tolteca.

Por su parte, los toltecas de Cholula enfrentaron el desafío de derrotar a los olmecas y xicalancas y someter a los otros grupos que habitaban el valle poblano-tlaxcalteca. Varias fuentes coinciden en señalar que, después de haber ocupado Cholula, los toltecas solicitaron el apoyo militar de señoríos chichimecas norteños (del Bajío y la Sierra Madre Occidental) que habían formado parte de las provincias septentrionales del Imperio tolteca.

Los chichimecas que se aliaron con los toltecas de Cholula no fueron los únicos pueblos migrantes de origen septentrional que tuvieron un papel importante en la historia de los reinos del Posclásico tardío. En un fenómeno comparable al que había ocurrido tras la caída de Teotihuacán, cuando los propios toltecas emigraron hacia el Valle de México, varios grupos de chichimecas abandonaron sus poblaciones en el norte de Mesoamérica después de la caída de Tula. Esta última oleada de migraciones chichimecas fue motivada por la quiebra del Imperio tolteca y también por una desecación generalizada que hacía inviables los asentamientos de agricultores en el Bajío y en la Sierra Madre.

Hacia el año 1200 arribó a las cercanías del Valle de México un grupo de chichimecas autodenominado mexica y llamado azteca en algunas fuentes. En 1224 llegaron a la margen oriental del valle los chichimecas "de Xólotl", así llamados por venir liderados por un caudillo del mismo nombre. En 1229 hicieron su arribo los totolimpanecas, y a mediados del siglo irrumpieron en el valle los acolhuas, los tepanecas y un nuevo contingente de otomíes. La importancia de estos pueblos migrantes salta a la vista al hacer un recuento de las ciudades que cada uno de ellos fundó u ocupó: México-Tenochtitlan (mexicas), Tenayuca y Texcoco (chichimecas de Xólotl), Amecameca (totolimpanecas), Coatlinchan (acolhuas), Azcapotzalco (tepanecas) y Xaltocan (otomíes).

Durante la segunda mitad del siglo XIII , las cabeceras políticas más importantes del Valle de México fueron Culhuacán (heredera de Tula), Xaltocan, Tenayuca y Coatlinchan.

El siglo XIV: nuevas ciudades, poderes efímeros.

El siglo XIV se caracterizó por una situación política muy inestable en el Valle de México. En 1318 se fundó la ciudad de Texcoco y con ella los texcocanos tuvieron un nuevo centro de desarrollo comercial, político y cultural, que 100 años más tarde llegaría a ser una de las ciudades más importantes de Mesoamérica. Mientras tanto, los mexicas no lograban tener aún un sitio definitivo para fundar su ciudad, ni siquiera habían obtenido el respeto de los otros señoríos, que continuaban hostigándolos: en 1320 los tepanecas de Azcapotzalco fingieron que atacarían Culhuacán y enviaron a los guerreros mexicas (a quienes usaban como mercenarios) al frente. En realidad se trataba de una trampa, los habitantes de Culhuacán habían sido advertidos por los propios tepanecas del presunto ataque y tomaron a los mexicas por sorpresa en el lago. Mientras tanto, los tepanecas cayeron sobre Chapultepec, donde entonces vivían los mexicas y aprovecharon la ausencia de los guerreros para atacar a la población civil inerme.

Tras esta guerra, los mexicas, severamente diezmados, fueron confinados en un paraje inhóspito y lleno de víboras, bajo la vigilancia de los culhuacanos. Sobrevivieron a la penuria y fueron invitados a combatir como aliados de Culhuacán en la guerra contra Xochimilco. Concluida esta guerra, obtuvieron su libertad, tras lo cual se internaron en el lago de Texcoco y escogieron la isla de mayor tamaño para fundar su ciudad. Corría el año de 1345 y aquella isla, con algunas ciénagas interiores, con las orillas invadidas de tules, no parecía, en absoluto, el prospecto de una sede imperial. Apenas había en ella algunas aldehuelas de otomíes.

Los tepanecas de Azcapotzalco se enfrentaron directamente a Culhuacán alrededor del año 1367, y lograron derrotar al que había sido el poder más prestigioso y estable después de la caída de Tula. Posteriormente los tepanecas atacaron poblaciones de los chalcas, que ya no contaban con la protección de Culhuacán. En 1371, bajo el gobierno del célebre Tezozómoc, Azcapotzalco atacó y conquistó Tenayuca, y en 1375 hizo lo mismo con Chimalhuacán, un señorío que antes había estado bajo la protección de Coatlinchan, cuando ésta era una ciudad más próspera.

En el contexto del ascenso tepaneca, los mexicas pudieron, por fin, establecer un gobierno formal, lo que en náhuatl se llamaba un tlatocáyotl. La isla estaba dividida en dos asentamientos: Tlatelolco al norte y Tenochtitlan al sur, y cada asentamiento instauró su propia casa gobernante.

En las últimas dos décadas del siglo XIV los dos reinos más poderosos del valle eran Azcapotzalco, que dominaba el oeste, y Texcoco, que hacía lo propio en el este. Pero ese precario equilibrio estaba por romperse, pues Azcapotzalco no dejaba de avanzar en sus conquistas, formando una pinza que amenazaba con rodear Texcoco. En 1400, los tepanecas fueron por el reino mayoritariamente otomí de Xaltocan. La conquista fue implacable y la gente de Xaltocan abandonó la ciudad: algunos se refugiaron en Otumba, en busca de cercanía con Texcoco, y otros huyeron al señorío de Metztitlán, en la Sierra Alta de Hidalgo.

Los tepanecas continuaron con sus campañas: atacaron Acolman, gobernada por la casa real de Texcoco, y luego obligaron a Ixtlilxóchitl, señor de Texcoco, a pagarles tributo. Ixtlilxóchitl aceptó para darse tiempo de preparar el ejército. En 1418 ambos reinos se enfrentaron en tierras de Texcoco. Ixtlilxóchitl murió en la defensa de su reino, muerte que fue presenciada, según la tradición, por su hijo Nezahualcóyotl, quien logró escapar, con la ayuda de sus pajes, y se refugió en la región de Huexotzinco (Huejotzingo). (Las penurias que padeció el joven príncipe tras su huida de la ciudad serían la causa de que sus contemporáneos le dieran el nombre de Nezahualcóyotl, "coyote que ayuna" o "coyote hambriento").

Los mexicas y su triple alianza.

Los primeros reyes o tlatoanis mexicas (el término tlatoani significa literalmente "el que habla" y así se nombraba a los máximos dirigentes de los señoríos o reinos nahuas) se vieron forzados a pagar tributo a Azcapotzalco y participaron en las guerras de la expansión tepaneca.

Durante el gobierno de Chimalpopoca (1417-1427) ocurrió una crisis de sucesión en Azcapotzalco: al morir Tezozómoc el trono quedó en manos de su hijo menor, Tayatzin. Inconforme, el primogénito Maxtla derrocó a su hermano. Los mexicas participaron en un intento fallido de restauración de Tayatzin, a consecuencia del cual Chimalpopoca fue hecho prisionero por Maxtla y asesinado.

Después del asesinato de su rey, y agobiados por los excesivos tributos que Azcapotzalco les imponía, los mexicas establecieron contacto con Nezahualcóyotl, quien estaba refugiado en el Valle de Puebla tras la muerte de su padre, y forjaron una alianza con el objetivo de derrotar a Azcapotzalco. El plan urdido por la nobleza mexica incluía la colaboración de batallones huexotzincas y un acuerdo de neutralidad con Tlacopan, ciudad tepaneca que discrepaba de las políticas de Maxtla. A los mexicas los guiaba su nuevo tlatoani, Itzcóatl (1427-1440).

La alianza tuvo éxito; Azcapotzalco fue derrotada en el año 1428. Esto convirtió a México-Tenochtitlan, por primera vez en su historia, en un señorío independiente, que no tenía que pagar tributo a nadie. Pero además, al haber derrotado a un rival tan poderoso y al haber colaborado con la mayor potencia de la franja oriental del valle, los mexicas se colocaron en la posición privilegiada de una gran cabecera política. Después de someter a algunos de los antiguos señoríos tributarios de los tepanecas, como Xaltocan y otros de la zona de Cuauhnáhuac, los mexicas formaron una Triple Alianza (en 1434) con Texcoco y Tlacopan (Tacuba).

La Triple Alianza parece haber sido un gran arreglo político para dotar de estabilidad a las tres cabeceras participantes y garantizarles un dominio duradero.

El siglo de la hegemonía y el esplendor de México-Tenochtitlan

Desde que los mexicas dejaron de estar subordinados a los tepanecas (1428) y entraron en alianza con Texcoco y Tlacopan, Tenochtitlan se convirtió en el Estado más poderoso; Tlatelolco no tuvo suerte ni en la elección de sus aliados ni en las estrategias adoptadas frente a ciertos conflictos, y quedó subordinada a Tenochtitlan. De hecho, entre 1473-1515 no hubo un tlatoani tlatelolca.

El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo y en esa historia intervinieron seis gobernantes. Itzcóatl (gobernó de 1427 a 1440) fue quien condujo a los mexicas a su independencia, apenas un año después de su coronación, auxiliado por un estratega a quien se atribuyen grandes habilidades políticas, llamado Tlacaélel.

Instauró formalmente la Triple Alianza y los mexicas iniciaron campañas militares, como la conquista de Cuauhquechollan (Huaquechula, Puebla), que anunciaban claramente una vigorosa política expansionista. También fue durante su gobierno cuando se creó, al parecer, una historia oficial mexica, en detrimento de las tradiciones de los calpullis fundadores.

Moctezuma I Ilhuicamina (1440-1469) fue el gran soberano de la historia mexica; el que consolidó el Estado, fortaleció las alianzas, inició la gran expansión territorial. Durante su gobierno tuvo lugar una espantosa hambruna, debida a la sequía que se prolongó de 1450 a 1455. Entonces se estableció la práctica de las "guerras floridas" con Tlaxcala y Huejotzingo: guerras pactadas que tenían el propósito de tomar prisioneros para el sacrificio. Pero también tuvieron lugar, bajo el gobierno de Moctezuma I, importantes campañas militares encaminadas a conseguir un mayor número de tributarios.

Tras la gran hambruna, las campañas de Moctezuma y de su aliado Nezahualcóyotl (señor de Texcoco) se dirigieron al Golfo de México, granero natural de Mesoamérica. Más tarde caerían bajo el dominio de los mexicas ciudades como Coixtlahuaca (en la Mixteca, 1461), Chalco (al sur del Valle de México, 1465) y Tepeaca (en la zona de Puebla, 1466).

No hay duda sobre el talento de Moctezuma I como jefe del ejército, pero su mayor contribución parece haber sido la consolidación del Estado mexica y de la corte. Dirigió obras indispensables para el crecimiento de la ciudad y el control del agua, entre otras, la construcción de un acueducto para llevar agua potable de Chapultepec a México. Se dice que contó con la ayuda de Nezahualcóyotl para este proyecto, y en general las fuentes muestran cierta sintonía en las acciones de gobierno de ambos gobernantes, a quienes presentan como amigos además de aliados. A los dos se atribuye el mérito de haber promulgado los códigos que daban un sustento legal a sus respectivos reinos. Organizaron la vida urbana, fundaron tribunales y escuelas, y además promovieron lo que podríamos llamar el engrandecimiento de sus respectivas cortes: la nobleza creció, los palacios se enriquecieron y la vida cortesana se adornó con lujos y etiqueta. Nezahualcóyotl disfrutaba de los jardines y de un espléndido baño en las rocas de Tetzcotzinco, y Moctezuma hacía lo propio en Chapultepec y en Huaxtepec (Oaxtepec).

Algo opacados en la historia quedan Axayácatl (1469-1481) y Tízoc (1481-1486), debido al brillo de quienes gobernaron antes y después de ellos. Axayácatl realizó varias incursiones militares hacia el Golfo de México; sometió definitivamente a los tlatelolcas (1473) y avanzó también hacia el oeste.

Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven; durante algo más de 15 años se dedicó a hacer la guerra. Ningún gobernante del México antiguo tuvo la fama de guerrero feroz que acompañó a este tlatoani mexica. Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella. Después de la campaña en la Huasteca, Ahuítzotl conquistó Oaxaca (1494) y continuó en esa dirección, marchando sobre Juchitán y Tehuantepec (1497-1498). Consolidó el dominio en tierras del actual Guerrero, con algunas conquistas terribles, como la de Teloloapan.

A pesar de que Moctezuma II Xocoyotzin (1502-1520) hubiera tenido tiempo de emprender tantas campañas militares como su predecesor, no lo hizo. Sus conquistas se limitaron a algunos señoríos zapotecos que no habían caído en la campaña de Oaxaca. Bajo su gobierno, la corte se redujo, al detenerse la incorporación de los guerreros valientes a la nobleza. Sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. La grandeza de la corte de Moctezuma I se convirtió en despotismo con Moctezuma II. Moctezuma I creó una vistosa corte; Moctezuma II pensaba más en salvaguardarla que en dejarla brillar.

Al menos dos decisiones de Moctezuma II están directamente relacionadas con la vulnerabilidad de Tenochtitlan en el momento de la guerra contra los españoles: trató de controlar a su antiguo aliado Texcoco, y con ese objetivo impuso a su sobrino Cacama como rey de aquella ciudad. Además atacó a los tlaxcaltecas con el propósito de someterlos definitivamente, cosa que no logró. Consiguió, en cambio, predisponer a las noblezas de Tlaxcala y de Texcoco contra Tenochtitlan, lo que explica la determinación de ambas potencias de pactar con Cortés.

El Valle de Puebla-Tlaxcala y sus alrededores.

Desde que fue invadida por los toltecas, en el siglo XII , y hasta el año de 1359, la ciudad de Cholula fue la más poderosa en la región, y contó con el apoyo de los recién fundados señoríos nahua-chichimecas de Cuauhtinchan y Totimehuacan. Esto no quiere decir que no hubiera población más antigua en dichos señoríos; lo que ocurrió es, más exactamente, una refundación, en la cual ciertos contingentes de chichimecas recién llegados tomaron el control y dieron nombre a los nuevos señoríos.

Huejotzingo se había fundado alrededor de 1300 por grupos chichimecas procedentes del Valle de México. Los chichimecas de Huejotzingo no tenían lazos con las ciudades culhuas (es decir, de tradición tolteca), como Culhuacán o Cholula, sino con Coatlinchan. Una vez asentados en el Valle de Puebla-Tlaxcala, y con el apoyo de Coatlinchan, los huexotzincas buscaron fortalecerse mediante algunas conquistas. En 1352 atacaron al naciente señorío de Tepetícpac, en la actual Tlaxcala, pero no lograron derrotarlo. Corrieron con más suerte en 1359, cuando dirigieron su ataque a la propia Cholula, que fue derrotada y así desplazada de su papel de única metrópoli regional. Los huexotzincas desplegaron su propia estrategia de alianzas y conquistas dentro y fuera del valle poblano-tlaxcalteca. En 1404 conquistaron Huaquechula y en 1434 hicieron lo propio con Totimehuacan, uno de los antiguos aliados de Cholula.

Pero Huejotzingo no era el único poder emergente en la zona. Otros chichimecas procedentes del norte se habían establecido en el área de lo que hoy llamamos Tlaxcala, en 1348. Primero fundaron Tepetícpac, y al cabo de pocos años un grupo se separó y dio origen al asentamiento de Ocotelulco; el proceso se repitió más tarde, cuando gente de Ocotelulco fundó Tizatlán y, finalmente, en 1371, se creó el poblado de Quiahuiztlan. En realidad nunca existió una ciudad con el nombre de Tlaxcala, sino un señorío, cuyas cuatro cabeceras acabamos de mencionar. (Es posible que en la época prehispánica el número de cabeceras fuera mayor, pero estas cuatro son las que más aparecen en las fuentes del siglo XVI) . Cada cabecera tenía su propio tlatoani y los cuatro se ponían de acuerdo, en ocasiones, para actuar conjuntamente, por ejemplo en la guerra. La idea del "senado de Tlaxcala" es una fantasía romántica; nunca hubo un cuerpo legislativo integrado por representantes populares.

Los mexicas intervinieron en la política de la zona de Puebla-Tlaxcala tanto como pudieron, pero nunca lograron avasallarla como hicieron en otras partes. Mantuvieron una situación de conflicto permanente con Tlaxcala y Huejotzingo, pero manejada con el acuerdo de efectuar periódicamente las guerras floridas. En tiempo de Moctezuma II hubo dos lapsos durante los cuales los tlaxcaltecas se aliaron a los mexicas, pero volvieron a cerrar sus fronteras al comercio y las embajadas mexicas poco antes de la Conquista española. Cholula, en cambio, mantuvo cierta alianza con Tenochtitlan hasta la llegada de Cortés.

Morelos, Toluca y el Occidente.

Los señoríos situados en las cañadas de Morelos, región que los nahuas llamaban Tlálhuic, no parecen haber tenido durante el Posclásico una fuerza suficiente para rivalizar con los del Valle de México, como sí ocurrió con los de Puebla-Tlaxcala. Sin embargo, desde mediados del siglo XIV y hasta principios del XV, hubo intentos de señoríos de la región de Tlálhuic por participar en algunas guerras que proyectaran su poder más allá de su región. El Valle de Toluca había sido una zona natural de influencia tepaneca, y se encuentra entre las regiones que los mexicas tuvieron que reconquistar después de derrotar a Azcapotzalco, en el proceso de formación de las provincias tributarias de la Triple Alianza. La frontera tarasca fue la principal preocupación militar de los mexicas. De por sí, el occidente de Mesoamérica (entiéndase, Michoacán, Colima y partes de Jalisco y Nayarit) había mantenido durante su historia cierta autonomía respecto a los procesos que vinculaban estrechamente a las demás regiones del área cultural. Las rutas comerciales del Valle de México se dirigían más al noroeste (a Zacatecas, Durango y Sinaloa) que al occidente mismo. Pero en el Posclásico tardío ese relativo aislamiento se tradujo en una fuerza política expansionista semejante a la que impulsaban los mexicas desde el Valle de México.

En una situación análoga a la que se vivió en los valles de México y de Puebla-Tlaxcala en los siglos XIII y XIV , una migración chichimeca tuvo lugar en Michoacán alrededor del año 1300. Las fuentes dan el nombre de uacusechas a estos chichimecas michoacanos, que al igual que sus similares de otras regiones tenían fama de ser rústicos y montañeses, de modales poco urbanos. La arqueología coincide con las fuentes escritas en la identificación de ese fenómeno migratorio: su origen estaba en la frontera de Guanajuato y Michoacán y su primer destino fue la cuenca de Zacapu. Otra hipótesis sugiere que hubo antiguas migraciones de purépechas mucho más al norte que el Bajío. Lo cierto es que los uacusechas llegaron a Michoacán procedentes del norte y que al llegar encontraron a otros grupos hablantes de su misma lengua.

Después de concentrarse y pasar algunos años en Zacapu, estos uacusechas, guiados por un caudillo al cual nombraban Ireti Ticátame, se dirigieron a la cuenca de Pátzcuaro. Allí fundaron la ciudad del mismo nombre (el fundador fue Tariácuri, según la tradición), que fungió como capital para este pueblo migrante y para los que ya vivían en la zona cuando los uacusechas llegaron: todos eran hablantes de la lengua tarasca o purépecha. A partir de 1450, Pátzcuaro compartió el poder con otras dos cabeceras, formando una alianza tripartita: Hiquíngare, hijo de Tariácuri, gobernó en Pátzcuaro; mientras que Hiripan y Tangaxoan, sobrinos de Tariácuri, gobernaron Ihuatzio y Tzintzuntzan respectivamente.

Aunque similar a otras de Mesoamérica, la cultura tarasca difería también en algunos rasgos importantes: las comunidades o barrios no pagaban tributo en especie a sus señores sino sólo en trabajo. Además, la nobleza no representaba una capa tan numerosa y rica como en los reinos o señoríos nahuas. En general parece haber existido una estratificación social menos compleja y esto se expresaba también en los asentamientos, que no fueron tan extensos ni tan urbanizados como entre los nahuas. La misma cultura material tarasca era notablemente más simple (quizá más pobre) que otras, como la nahua o la mixteca. Sin embargo, el poder ejercido por el cazonci o rey tarasco y por su sacerdote mayor o petámuti, era al menos tan grande y despótico como el que ejerciera cualquier soberano nahua. Pero hay algo más: el poder del señor tarasco estaba fuertemente centralizado.

El Golfo de México.

Las fuentes escritas que se refieren a las culturas prehispánicas de la costa del Golfo son bastante escasas. Ello se debe, en buena medida, a la catástrofe demográfica ocurrida en el siglo XVI, que en la llanura costera se acercó al extremo de la extinción. Los testimonios de los conquistadores españoles, que cruzaron esa región en su viaje hacia México, la información indirecta que ofrecen las fuentes de tradición nahua, y las investigaciones arqueológicas permiten tener una idea de lo que ocurría en las tierras comprendidas entre los ríos Papaloapan y Soto la Marina. Los huastecos, de la familia lingüística maya, habían ocupado durante siglos el norte de la región del Golfo. Los totonacos, asentados en el centro y el sur de dicha región, habían llegado hasta las llanuras costeras, procedentes de las montañas, hacia el siglo VIII de nuestra era.

Pese a reiterados fracasos, los mexicas lograron derrotar en la guerra a Tampamachoco y Tziuhcóac, y ocuparon la localidad hoy llamada Castillo de Teayo, en la que dejaron un destacamento militar. La arquitectura y la escultura de este enclave muestran una fuerte influencia mexica. El templo mayor del Castillo, así como los portaestandartes y las imágenes de Tláloc, Xilonen, Xipe y otros dioses, recuerdan vivamente el arte del Valle de México. En contraste, los huastecos realizaban buena parte de sus construcciones de material perecedero, como bahareque, adobe y tierra apisonada. Incluso muchas de las "pirámides" huastecas, que por lo general eran de planta circular, estaban hechas de tierra y sólo recubiertas superficialmente con estuco. Ello favoreció que la erosión borrara las huellas de su antiguo urbanismo. Los totonacos entraron a la historiografía sobre el México antiguo desde los primeros días del contacto europeo con Mesoamérica; el "cacique gordo", que se mostraba incómodo por la presencia de los enviados mexicas en la ciudad de Cempoala y fue amigable con Cortés, figura en el relato de la Conquista. Cempoala era, en efecto, una de las ricas ciudades de los totonacas, como Tuxpan, Quiahuiztlan o Cotaxtla, que habían sido conquistadas por los ejércitos de la Triple Alianza.

Desde los días posteriores a la gran hambruna de mediados del siglo XV, los mexicas se habían lanzado sobre las pequeñas ciudades-Estado totonacas. Todas ellas contaban con un magnífico entorno agrícola y practicaban técnicas de irrigación para mitigar el impacto de la estación seca. Sus ciudades ciudades tenían calles empedradas, estaban divididas en barrios, cada uno con sus propios templos; contaban con drenaje, mercado y amplias plazas ceremoniales.

El sur.

Si en el periodo Clásico fueron los zapotecos quienes tuvieron la hegemonía en la región oaxaqueña, en el Posclásico fueron sin duda los mixtecos los que tuvieron la mayor fuerza demográfica, militar y política, y a ellos correspondió impulsar importantes transformaciones culturales en Oaxaca.

Durante el siglo XII los mixtecos iniciaron también un proceso de migración y de vinculación política más estrecha con el Valle de Oaxaca. Dicho proceso incluyó alianzas pacíficas (como la que se produjo en Zaachila, donde los señores mixtecos se enlazaron con la casa real zapoteca), asentamientos de comunidades de campesinos y artesanos mixtecos en tierras zapotecas (como los que ocurrieron en Cuilapan), y finalmente algunas guerras, que motivaron el desplazamiento de grupos zapotecos hacia el Istmo de Tehuantepec, región en la que entraron en conflicto con los mixes que resultaban invadidos.

A los patrones culturales zapotecos que los mixtecos compartían (como las cámaras funerarias decoradas con pintura), se sumaron rasgos de la Tradición Mixteca-Puebla y muy especialmente la práctica de la orfebrería y la pintura de códices, que los mixtecos dominaban y difundieron con su avance. La riqueza de la región oaxaqueña y el lujo de sus cortes, siempre abastecidas de oro, algodón, plumas ricas y cacao, animó a los mexicas a emprender campañas militares. Moctezuma I conquistó la rica Coixtlahuaca, Tízoc sometió a la otra cabecera mayor de la sierra, Yanhuitlán, y Ahuítzotl extendió el dominio de la Triple Alianza a todo el Valle de Oaxaca.

El área maya tuvo una etapa de cierta autonomía durante el Posclásico tardío, en contraste con lo que había ocurrido en la época tolteca, cuando recibió fuertes influencias del centro de México. En la Península de Yucatán, la hegemonía de Chichén Itzá fue reemplazada por la de Mayapán (el famoso gobierno, reputado de tiránico, de los cocomes) y luego ocurrió una fragmentación en numerosas ciudades-Estado, situación que prevaleció hasta la Conquista.

La Triple Alianza no realizó conquistas en el área maya, como si quedara fuera de su alcance, más allá de su capacidad militar. En ese aspecto, hay que reconocer que Teotihuacán y Tula tuvieron una capacidad de influencia mucho mayor de la que tuvo Tenochtitlan. La región del Soconusco, en la costa de Chiapas, fue la conquista más meridional de los mexicas. Por otra parte, los mercaderes patrocinados por los mexicas (pochtecas, acxotecas y nahual-oztomecas) sí participaron en rutas de comercio que se conectaban con las redes de intercambio del área maya. Acaso esto ayude a explicar la presencia de rasgos artísticos Mixteca-Puebla en el gran puerto comercial de Tulum, en la costa de Quintana-Roo, y en los propios códices mayas.

Conclusiones.

No hay ningún argumento para sostener que la civilización mesoamericana se encontrara en fase de decadencia cuando ocurrió la Conquista española, aunque quizá el Estado mexica sí había llegado a su límite y estaba cerca de sufrir una merma de su poder o un colapso. El gobierno de Moctezuma II daba algunas señales de parálisis. Tampoco puede afirmarse que la civilización mesoamericana estuviera en el trance de convertirse en otra cosa; más bien estaba viviendo un ciclo similar a otros por los que había pasado.

La presencia, modesta pero bien documentada, de agujas, anzuelos y algunas hachuelas y azadas de cobre y bronce parece haber sido un hecho relativamente marginal y con poco impacto en el patrón tecnológico mesoamericano. No era inminente un proceso revolucionario de ninguna índole. Es posible que algunas tendencias, en prácticas muy específicas, estuvieran en vías de producir cambios interesantes. Es probable que algunos signos de la pictografía realizada por los nahuas y los mixtecos estuvieran evolucionando hacia un sistema fonético de escritura (así como lo habían tenido los mayas siglos atrás). También es posible que estuviera en curso de producirse cierta feudalización en la ocupación de la tierra y en el reparto del poder, es decir, parece que en algunas regiones los soberanos habían cedido, de manera frecuente y sistemática, tierras y trabajadores a destacados jefes guerreros, como una estrategia para ocupar y dominar un territorio. Pero las transformaciones en curso (si en efecto lo estaban) eran pocas y ocurrían con lentitud. Mesoamérica no estaba expuesta al tipo de choque cultural que entonces animaba tantos cambios en el Mediterráneo.

La Conquista española ocasionó el encuentro de dos civilizaciones muy distintas: la europea tenía ganado, ejes y pernos, navegación ultramarina, espadas de acero, libros impresos y catedrales. La mesoamericana tenía cordajes y buenos sistemas de ensamble (en piedra, en madera, en cestería), navegación de cabotaje, espadas de vidrio, libros manuscritos y pirámides. Nuestros antepasados del otro lado del mar traían un dios barbudo, furioso y benévolo: era el verdadero dios. Nuestros antepasados de este lado del mar tenían dioses de infinitos rostros, iracundos y alegres: eran verdaderamente dioses. Unos y otros eran capaces de matar en nombre de esos dioses.

En términos generales, ningún bando barbarizó al otro: incluso si había indios que pensaban que los españoles eran codiciosos y malolientes y si había españoles que pensaban que los indios eran flemáticos o pusilánimes. En general se identificaron como semejantes, lo cual no evitó que el sistema implantado tras la Conquista favoreciera la explotación económica de los indios y la disolución de muchas, aunque no todas, de sus instituciones y costumbres.

Fuente: Pablo Escalante Gonzalbo (Nueva historia general de México)

Artículos relacionados

Recién vistos